Alquimia

La ciencia griega fue decayendo progresivamente hasta desaparecer hacia el siglo IV d.C. Hacia el siglo VII de nuestra era, los árabes recogieron los conocimientos químicos y las ideas filosóficas de los egipcios y dieron origen a la alquimia. Para los alquimistas todos los metales estaban formados por tres principios comunes (la tria prima): el mercurio, que representaba el carácter metálico y la volatilidad.

El azufre, que representaba la combustibilidad, y la sal, que representaba la solidez y la solubilidad.

El objetivo de los alquimistas se centró en la transmutación de los metales innobles en metales nobles, especialmente en oro, para lo cual debía prepararse en primer lugar la piedra filosofal, cuya infusión, conocida como «elixir de la larga vida», eliminaría las enfermedades y aseguraría la inmortalidad a quien la bebiese.

Los más famosos alquimistas fueron los árabes Geber, Rhasés, Avicena y Averroes.

Entre los alquimistas cristianos destacaron San Alberto Magno, Roger Bacon y Basilio Valentín. En su camino hacia la «piedra filosofal» los alquimistas prepararon el amoníaco, el ácido sulfúrico, el ácido nítrico, el agua regla y el etanol, entre otros compuestos importantes.