Anima y animus

En su concepción inicial, el ánima eran los aspectos femeninos inconscientes de todo hombre, mientras que el animus eran los aspectos masculinos inconscientes de toda mujer.

Posteriormente el ánima la entiende Jung como el inconsciente encarnado en cada individuo, el arquetipo inherente a la vida misma.

El ánima no es el alma en el sentido religioso, como algo puramente inmaterial, pues tiene una función mental. El ánima y el animus, cumplen cinco leyes (Daco, 1985):

1. Todo sujeto tiene cualidades masculinas y femeninas inconscientes. La individuación aporta un equilibrio al hombre y mujer que integra adecuadamente los aspectos de su personalidad oculta (la sombra).

Un hombre equilibrado es a la vez activo y flexible, racional e intuitivo, posee ternura y dureza, es agresivo y acogedor, etc. Igualmente obraría para una mujer equilibrada.

2. Las cualidades masculinas y femeninas cuando se encuentran proporcionadas llevan al equilibrio y la salud mental.

3. El ánima y el animus son aspectos de la «sombra» del inconsciente.

4. Todo lo que no está integrado en la mente, incluido el ánima y el animus, corre el riesgo de ser proyectado para bien o para mal. El enamoramiento es un ejemplo de cómo proyectamos nuestra ánima o animus en el ideal o imagen del hombre o mujer ideal de nuestros sueños.

Otro ejemplo serían las proyecciones de la imagen del padre a través del arquetipo del padre supremo (Dios) que puede ser proyectado en imágenes de castración, autoritarismo, culpabilidad, etc, hacia el propio padre o como se vive una religión concreta.

5. Si la represión (ontológica) se transforma en consciente cesa la proyección y sus aspectos pasan a ser integrados.

Fuente: Apuntes Análisis del discurso visual de la U de Londres