Claridad en la comunicación escrita

Esta es una de las principales cualidades que contribuyen a la eficacia y modernidad de la redacción:

Nada de lo expresado debe motivar dudas ni equívocos. Las palabras han de emplearse con propiedad, condición ineludible para que los hombres puedan entenderse en un idioma. (Si se usa «anginas» por «amígdalas», «panfleto» por «folleto» o «hasta» en lugar de «desde» como ocurre frecuentemente en México-, indudablemente habrá motivo de incomprensión para muchos hispanohablantes.)

Conviene evitar frases o modismos circunscritos -salvo casos especiales-, para que no haya malas interpretaciones. Especialmente cuando lo escrito va fuera del país o puede ser traducido a otros idiomas, es preciso atenerse a las formas generales o académicas.

Las abreviaturas, las siglas y los símbolos convencionales deben emplearse correctamente, en la forma generalizada, con uso estricto para los casos necesarios.

Frente a dudas sobre la escritura apropiada o posible comprensión, lo mejor es poner las palabras enteras. También debe vigilarse atentamente el empleo de términos que puedan referirse a distintas personas («su» = ¿”de él» o «de usted»? ; ‘le» = ¿a él» o «a usted»?) o que puedan interpretarse con diferentes significados («coraje» = “valor» o «ira»; «meticuloso» =»medroso» o «escrupuloso, minucioso») o que tengan formas similares con otras que el vulgo confunde («refirmar» y «reafirmar»; «ratificar» y «rectificar»; “latente» y «latiente»).

En la construcción de frases, los gerundios y relativos suelen ser fuentes de oscuridad. Y para qué decir lo que ocurre con la puntuación mal puesta, excesiva o ausente: su influencia produce interferencias que van desde la simple duda hasta la confusión más caótica, pasando por el equívoco, la ambigüedad, el absurdo y otras nebulosidades interpretativas.

La oscuridad o hermetismo que llega hasta la criptografía en algunos casos especiales sólo se justifica cuando tiene un fin determinado, como ocurre en algún tipo de literatura sugestiva o de vanguardia, o bien en ciertos documentos. En la redacción corriente, es grave defecto.

La sencillez. La redacción moderna, en general, se caracteriza por la llaneza o ausencia de afectación. Esto implica un acercamiento lógico a la naturalidad propia de la conversación, aunque con las limitaciones inherentes al lenguaje escrito.

Las expresiones hinchadas y ceremoniosas, a veces rutinariamente serviles, resultan improcedentes en esta época de practicidad y realismo, en que hasta los arraigados «¿mande? «, «para servirle» y «su casa de usted» -en lugar de «mi casa»- van desapareciendo en boca de los mexicanos más avanzados.

La cortesía se ha aligerado de oropeles fuera de moda: así, el clásico final de carta «Me reitero como su afectísimo, atento y seguro servidor», ha quedado reducido al más lógico «Atentamente estoy a su disposición» -si esto es verdad- o al sintético «Atentamente», en que se sobrentiende ‘tú saludo».

La sencillez (no la vulgaridad ni la grosería) imprime a la redacción un tono de veracidad expresiva que la favorece en efectividad y atracción.

Fuente: Apunte de Comunicación escrita de la U de Londres.