Comportamiento innato y aprendido

El comportamiento innato: las formas de comportamiento son fijadas genéticamente en el individuo, madurando en el curso del desarrollo; el entorno y sus estímulos son el requisito para su aparición. Los modos de comportamiento de este tipo, no aprendidos, reciben el nombre de instintos. Su función es que el animal reaccione de modo adecuado ante situaciones determinadas.

En el momento de la eclosión, los polluelos picotean por instinto la cáscara del huevo, y pueden salir al exterior.

Este instinto desaparece después, pues ya no es necesario. Los instintos aumentan la eficacia del animal, por ejemplo en el caso de la caza.

Al no tener que atender cada aspecto que rodea la búsqueda captura de la presa, el depredador se concentra en los elementos que le permitan su objetivo.

Los movimientos de coordinación natatorios, vienen grabados en la información genética de los vertebrados, incluido el hombre, y todas las crías de estos animales saben nadar, en el curso de su desarrollo algunos pierden esa capacidad; por ejemplo, el ser humano adulto ha de aprender más tarde a nadar; no así un niño recién nacido.

El componente innato de la conducta es más importante en los invertebrados, con capacidad de aprendizaje casi nula. Sin embargo su principal desventaja es la menor capacidad de adaptación ante situaciones nuevas.

El comportamiento aprendido: además de las reacciones innatas del animal, en su evolución se acumulan modos de conducta y mecanismos desencadenantes adquiridos por el individuo en un proceso conocido por el nombre de aprendizaje, en el que la estructura de su sistema nervioso y el grado de evolución de su cerebro desempeñan un papel esencial.

El aprendizaje  comienza con la impregnación, grabación o impronta, breve periodo en el cual el animal recién nacido graba pautas de conducta de modo irreversible. Esta fase  sensible, le permiten que el recién nacido «aprenda» los rasgos distintivos de su especie y los particulares de sus padres.

Los pollos de ganso que acaban de eclosionar del huevo registran en su cerebro lo primero que ven a su alrededor, normalmente son sus padres, y los seguirán después a todos sitios.

Pero si encuentran una figura que hemos colocado, consideraran a ésta como tales. La habituación permite que un animal no reaccione a la repetición de un estímulo que en otras circunstancias provocará respuesta.

El condicionamiento hace que un estímulo desencadene una respuesta: por ejemplo, el perro que siempre escucha una campanada a la hora de comer saliva cuando la escuche, aunque no reciba comida. Por imitación, muchos animales aprenden una determinada conducta que un individuo de su especie haya realizado, y por la que haya recibido una recompensa.

Por ejemplo, los macacos japoneses, que se alimentaban en una isla con patatas. El grupo acudía a la playa por alimento y lo consumían.

Un día una hembra lavó una patata con agua. Al resultar más agradable limpia de arena, repitió el proceso. Los individuos jóvenes la imitaron y más tarde, la costumbre se había extendido en el grupo.