Contaminación de ríos y lagos

Las aguas sufren doble contaminación, la de vertidos directos y la causada por la atmósfera contaminada, en forma de precipitaciones, que vierte partículas contaminantes. El agua es un elemento esencial para la vida y para las plantas en particular, que son productores primarios, y su deterioro afecta al ecosistema global del planeta de manera menos perceptible a primera vista, pero con secuelas de enorme gravedad.

La contaminación de ríos y lagos

Desde que los pobladores humanos se asentaron a la orilla de los cursos de agua, vertieron sus residuos y la usaron para beber o regar campos. Los lagos, al ser sistemas cerrados, han manifestado los efectos de esta carga.

Al principio la capacidad de regeneración biológica del agua permitió que los microorganismos acuáticos destruyeran los residuos e incorporarán los elementos al ciclo general de la materia.

El aumento de la cantidad de vertidos impidió ese fenómeno natural, con la progresiva eutrofización de las aguas, disminución de su calidad para el consumo humano y la desaparición de su flora y fauna. A esto se añadió la nueva naturaleza de los vertidos.

Además de las de origen orgánico y los abonos artificiales, los subproductos industriales de residuos tóxicos aceleraron la muerte de organismos vivos, interrumpiendo la actividad biológica de las aguas.

Con los ríos ha sido análogo y sus aguas, convertidas en cloacas, han descargado en el mar todo tipo de residuos. Esto es notable en su tramo interior con acumulación de contaminantes, pero ya hay cursos fluviales en que incluso la zona medía y proximidades de su nacimiento están afectadas por una contaminación creciente.

La imposibilidad de usar el agua para consumo humano ha obligado a tomar medidas, y en muchos países los núcleos urbanos tienen plantas de tratamiento de aguas fecales que las purifican y limpian antes de verterlas al rió.

Las autoridades han obligado a las industrias a limpiar sus vertidos, pero la insuficiencia de estas medidas se manifiesta en catástrofes como en el Rhin, donde una industria farmacéutica de la ciudad de Basilea sufrió un accidente y sus vertidos tóxicos fueron al río, destruyendo todo rastro de vida.