Contradicciones sociales del Porfiriato

La mayor parte del siglo XIX los cambios en la composición y en la forma de vida de la sociedad mexicana habían sido lentos, pero el efecto modernizador que tuvo el desarrollo económico del Porfiriato aceleró las transformaciones de la sociedad mexicana. Entre la victoria republicana y el censo de 1910, el número de la población se incrementó de manera considerable puesto que pasó de cinco millones a quince millones.

La región norte del país comenzó a poblarse rápidamente, debido a que en esta zona se establecieron algunas de las actividades económicas más importantes del Porfiriato, tales como la minería de exportación en Sonora y Coahuila; las actividades de ganadería en Chihuahua, de agricultura tanto en el valle del Yaqui como en la zona de la Laguna, y la industria en Monterrey. Otro de los factores que influyeron para que las poblaciones funcionaran como polos de desarrollo fue el establecimiento de la red de ferrocarril en los núcleos urbanos de la región norte y centro de México.

La ciudad de México y la región de Veracruz también experimentaron un considerable incremento de población. La primera por ser el centro político del país y en donde se concentraban las actividades comerciales, los centros de servicios y la actividad fabril más importante.

La segunda por ser una zona donde se asentaron actividades primarias de exportación como también actividades de la industrial textil en Orizaba y Río Blanco.

Durante el periodo del Porfiriato se manifestaron los cambios que había producido la expropiación de las tierras comunales realizada durante la aplicación de la «Leyes de Reforma» y por la «Ley sobre deslinde de terrenos y colonización» de 1883. Se estima que más de 60 millones de hectáreas de tierra fértil de comunidades indígenas fueron repartidas por las compañías deslindadoras entre 1883 y 1910, las cuales pasaron a manos de los grandes latifundistas a precios irrisorios.

Las haciendas orientaron sus actividades productivas para cubrir tanto el mercado interno como para la exportación. Cabe resaltar que muchos de los hacendados eran también importantes industriales o políticos regionales.

Los jornaleros eran los campesinos contratados para laborar por cierta temporada de «sol a sol» por un salario sumamente bajo, se estima que el salario promedio pagado en 1910 seguía siendo igual al que se pagaba a fines de la colonia, en tanto los precios de las mercancías para subsistir había aumentado en una alta proporción.

El Porfiriato se desarrolló la clase media, principalmente en los centros urbanos. Este grupo social provenía del sector terciario o de servicios, y estaba conformado por individuos con cierto grado de estudios e incluso por profesionales que carecían del denominado éxito puesto que no eran miembros de la pujante burguesía ni del círculo de poder. Dentro de este grupo comenzaron a surgir intelectuales críticos al sistema imperante, pero sin llegar a tener presencia política significativa.

La estructura social se encontraba una minoría sumamente rica. Dicho grupo social estaba conformado por la burguesía nacional y extranjera; los grandes comerciantes; los militares de alto rango allegados a Díaz; los altos funcionarios de la administración pública; el partido de los científicos y Díaz en el vértice superior de la pirámide social.

Las contradicciones socioeconómicas y políticas que el Porfiriato gestaba con su desarrollo no siempre fueron controladas en un primer momento por las instancias de represión, sino que provocaron movimientos sociales. Entre los surgidos en el campo se puede mencionar la rebelión de los indígenas yaquis y mayos de la región de Sonora y Sinaloa, surgida por el despojo de sus tierras para entregárselas a las compañías extranjeras. Esta rebelión duró por espacio de más de 25 años (1875-1902), la cual fue brutalmente reprimida por el régimen porfirista pues ordenó el extermino de las tribus rebeldes en batalla y los prisioneros fueron deportados a las haciendas de Yucatán y Quintana Roo a servir de esclavos hasta su muerte.

Las encabezadas por Tomóchic en la sierra Tarahumara y las realizadas por campesinos en Veracruz, Yucatán y San Luis Potosí. Fueron todas ahogadas en sangre por el ejército y las fuerzas rurales.

A pesar de estas prohibiciones, las acciones sindicales de un importante sector obrero no dejó de establecer organizaciones en defensa de sus intereses, como la denominada «Círculo de Obreros Libres» de tendencia anarquista. Así también se realizaron muchas huelgas en las zonas fabriles de los estados de Puebla, Tlaxcala, Hidalgo, Oaxaca, Veracruz y México. Las más significativas se llevaron a cabo en la zona minera de Cananea, Sonora, en 1906 y en la región textil de Río Blanco, Veracruz, en 1907.

La «Cananea Consolidated Copper Company» la jornada de ocho horas de labores; un salario mínimo; el empleo del 75% de obreros mexicanos; el mismo salario para trabajadores mexicanos y norteamericanos si realizaban las mismas funciones y el derecho de ascensos a los trabajadores mexicanos.

La gerencia de la Compañía rechazó las demandas y cuando los obreros organizaban una protesta pacífica fueron reprimidos a balazos por soldados norteamericanos, que habían cruzado la frontera con la autorización del gobierno. Los líderes obreros fueron aprehendidos y encarcelados en la cárcel de San Juan de Ulúa.

El segundo movimiento de huelga significativo se produjo cuando en diciembre de 1906 los trabajadores textiles de Río Blanco, Santa Rosa y Nogales realizaron un paro de actividades para exigir el aumento de salarios y la reducción de la jornada de trabajo. Dicho arbitraje fue favorable a los industriales pero los obreros de Río Blanco no lo aceptaron y el 7 de enero de 1907 marcharon para exigir un cambio en el arbitraje, siendo reprimidos a balazos, lo que provocó que la muchedumbre quemara la tienda de raya.

Al tener conocimiento de tales hechos, Díaz ordenó que las fuerzas federales impusieran el orden reprimiendo brutalmente a los trabajadores.

El Porfiriato se caracterizó por manifestarse en la mayoría de las actividades artísticas e intelectuales una fuerte influencia de las principales corrientes culturales desarrolladas en Francia. Esto ocasionó que la sociedad mexicana adoptara los modelos de la cotidianidad francesa.

Por una parte, persistió la corriente que destacaba los aspectos costumbrista de nuestro pueblo que había surgido durante el triunfo de la República, sus máximos representantes fueron Manuel Payno, Luis Inclán, Vicente Riva Palacio e Ignacio Manuel Altamirano.

También se desarrolló la corriente de la novela realista, entre sus exponentes se encuentran José López Portillo y Rojas, Rafael Delgado, Federico Gamboa y Heriberto Frías. Por último, surgió una corriente que intentaba dar expresión a los sentimientos cosmopolitas de la juventud denominada Modernismo, siendo algunos de sus forjadores Gutiérrez Nájera, el cubano José Martí, Salvador Díaz Mirón y Amado Nervo.

En el campo de las artes plásticas destaca la obra paisajista de José María Velasco y las esculturas de corte clásico de Manuel Vilar. En lo referente a la arquitectura prevaleció un gusto afrancesado, siendo uno de los máximos exponentes Díaz Mercado.

La educación, se impulsaron nuevas técnicas pedagógicas, siendo desplazado el sistema Lancasteriano prevaleciente en nuestro país desde 1823. Se crea un sistema de Escuelas Normales. A instancias del «científico» Justo Sierra, en 1905 se estableció la Secretaría de Instrucción Pública, quedando al frente de ella el propio Sierra. En 1910 se reanudan las labores de la Universidad Nacional de México a demanda de Justo Sierra.

Las loables acciones de algunos pensadores como el pedagogo suizo Enrique C. Rébsamen, Joaquín Baranda y Gregorio Torres, no se resolvió uno de los más graves problemas que padeció la sociedad mexicana durante todo el siglo XIX: el analfabetismo y los bajos niveles de educación.

En 1910, cerca del 75% de la población infantil no asistía a la escuela y cerca del 85% de la población mayor de los quince años era analfabeta. Cabe resaltar que el presupuesto estatal para el sector educativo era del 7% en 1910 y ese mismo año la Secretaría tenía más del 20% del presupuesto federal.