Educación integral

Desde una perspectiva psicológica, la educación integral implica el desarrollo de todo el ser humano; los factores conativo-volitivo, epistémico- cognoscitivo, afectivo-emotivo, y, por último, hasta somático -físico, son fundamentales en la elaboración de los curricula en todo los niveles del proceso educativo. De esa forma, resulta natural la actividad educacional y la motivación no queda restringuida a intereses foráneos, sino a las necesidades propias de los educandos.

Por lo general, los curricula han tendido a enfatizar el factor cognoscitivo-epistémico por sobre los otros. La educación no puede reducirse a generación y construcción de mero conocimiento. Las profesiones deben estar llamadas a generar en los alumnos metas conativas de voluntad recta. Pero, si los estudiantes se sienten prioritariamente llamados a estudiar programas o carreras por los beneficios que ofrecen a ellos mismos (o esto por la influencia de sus padres), en desmedro de la preocupación por los demás, se está generando en ellos el germen de la voluntad corrupta. No se mira a la realización del ser-para-otro, si se sigue enfatizando el recibir sobre el dar.

La educación integral debe entregar metas, fines y propósitos educativos dirijidos a relaciones de sentido conducentes al perfeccionamiento humano. Los valores educativos más importantes deben orientar la acción hacia dichas metas. A nivel filosófico, se manifiesta en la realización de la libertad que implica el cumplimiento de responsabilidades y co-responsabilidades educativas; a nivel ético, en la acción de la voluntad que mantiene las metas por sobre desviaciones tendientes a pervertir o anular su cumplimiento; finalmente, a nivel psicológico, en la aplicación del autocontrol que permite sobreponerse a eventuales manipulaciones o controles externos tendientes a recompensar conductas inmorales y castigar conductas morales.