El capital intelectual

El término capital intelectual (conocido también como capital humano) con frecuencia se usa para describir el valor estratégico de las habilidades y conocimientos de los integrantes de las organizaciones.

El mundo empresarial comienza a reconocer, cada día más, que ésta es la era del capital humano. El término capital humano fue utilizado por primera vez por el Premio Nobel de Economía, Theodore W. Schultz, quien en 1961 publicó un artículo en la American Economic Review, bajo el título “Investment in Human Capital”.

Desde entonces este concepto se ha popularizado y, de manera creciente, expertos, investigadores y hombres de empresa en general, empiezan a elaborar sus tesis y sus discursos sobre la premisa de que las personas son una fuente de generación de riqueza, una inversión que puede marcar la diferencia entre triunfar o perecer.

Es una tesis cada vez más aceptada la que afirma que las empresas –como la sociedad– están basadas en la mente. El poder de la mente domina las empresas de nuestros días.

Una empresa como Ericsson es, en un 50 por ciento, mente: conocimiento y servicio técnico. En el caso de Hewlett-Packard el porcentaje sube hasta el 80 o 90 por ciento.

Microsoft, con sólo 27,000 profesionales, no es la empresa más grande, pero sí la más valiosa del mercado. En 1993, cuando contaba únicamente con 14,000 empleados, tenía unos beneficios de 3,750 millones de dólares.

Ese mismo año, General Motors tuvo unos beneficios de 120,000 millones de dólares. A pesar de todo, al acabar 1993 Microsoft ya valía en el mercado más que General Motors. Hace poco valía casi siete veces más.

Es notable el contraste que existe entre la capitalización y los balances de Microsoft y otras compañías más antiguas como IBM. En noviembre de 1996, el valor en Bolsa de IBM era de 70,700 millones de dólares y el de Microsoft de 85,000 millones.

IBM tenía una propiedad de 16,600 millones de dólares entre sus instalaciones, equipos, etc., mientras que los activos fijos de Microsoft apenas eran de 930 millones. Sin embargo los accionistas preferían pagar más por las acciones de Microsoft que por las de IBM.

La gente paga más porque compra ideas, imaginación, talento, intangibles y futuro; un futuro con normas distintas a las de la economía tradicional de bienes tangibles y en el que la mente es la riqueza.

Otro ejemplo más para comprender el valor del capital intelectual es el caso de la empresa Dream Works SKG, una productora cinematográfica propiedad, entre otros, de Steven Spielberg. Cuando esta empresa cotizó por primera vez en la Bolsa de Valores se valoró en 2,000 millones de dólares y la compañía no tenía, a su nombre, ningún capital ni bien físico, solo unos seres humanos con ideas.

En el caso citado anteriormente, la General Motors facturó, en 1997, 178,000 millones de dólares, ocupando el puesto número uno en el mundo en cuanto a la generación de beneficios; a pesar de lo cual, su valor de mercado no llegaba a la mitad de la mencionada cantidad.

General Motors es el ejemplo que mejor simboliza el modelo de capitalismo empresarial: Gran empresa, enormes cantidades de inversiones fijas en equipos, plantas industriales, almacenes, etcétera. Resulta paradójico, pero todos estos activos se están convirtiendo más en un castigo que un premio.

Resulta también paradójico observar que, aunque es la primera del mundo en volumen de ventas, su valor en la Bolsa no la sitúa entre las cuarenta primeras. Sin embargo, su competidora Chrysler, que tiene todo descentralizado, y que aparece como menos apetecible en el modelo tradicional, está obteniendo magníficos resultados y el mercado lo ha apreciado.

En definitiva, se puede decir sin temor a equivocarse que el éxito y la apreciación de una empresa por parte del mercado están cada vez más vinculados a las personas y su mente, que a las cosas o recursos materiales; más al capital humano y a su inteligencia que a su capital físico.

Fuente: Apuntes de Administración V de la FCA de la UNAM