Embarazo y parto

Un embarazo normal consta de nueve meses que van desde el momento de la fecundación hasta el parto. La fecundación tiene lugar cuando uno de los numerosos espermatozoides que rodean el óvulo penetra dentro de éste; la cabeza del espermatozoide es la que atraviesa la capa externa del óvulo y avanza hasta el centro, mientras que la cola acaba desapareciendo.

Después, dicha capa se hace impenetrable, de forma que no podrá entrar ningún otro espermatozoide. La unión del óvulo y el espermatozoide da lugar a una célula única llamada zigoto. Ésta contiene 46 cromosomas, 23 procedentes del espermatozoide y 23 del óvulo.

Los cromosomas están formados por unas agrupaciones de ácido desoxirribonucleico (ADN), llamadas genes, que son los que transmiten las características hereditarias de padres a hijos. El sexo de estos viene determinado por un cromosoma especial, llamado cromosoma sexual. Entre los 23 cromosomas del padre hay uno que puede ser Y o X; entre los 23 cromosomas de la madre hay uno que es X. La madre, por tanto, siempre aporta el cromosoma X, mientras que el padre puede aportar el Y o el X. Si el padre es portador de un cromosoma sexual Y el nuevo ser tendrá los cromosomas XY y será un varón.

En cambio, si el padre es portador de un cromosoma X, el nuevo ser tendrá XX y será una hembra. En otras palabras, el sexo del hijo depende del cromosoma que aporta el padre y esto es algo que depende del azar. El número de óvulos esta determinado desde antes del nacimiento; a lo largo de toda la vida de la mujer, el ovario expulsará aproximadamente unos 400 óvulos, de forma discontinua, es decir, uno en cada ciclo menstrual. El hombre, en cambio, esta produciendo espermatozoides continuamente, contándose éstos por millones de millones.

Después de la eyaculación, los espermatozoides pueden seguir vivos en la vagina, las trompas de Falopio o el útero durante varios días, manteniendo su capacidad para fecundar un óvulo. Éste, por el contrario, sólo puede ser fecundado durante las 24 ó 36 horas después de haber sido expulsado por el ovario, es decir, después de la ovulación, la cual acontece alrededor del día 14 después del inicio de la menstruación. El encuentro del óvulo con el espermatozoide tiene lugar en el tercio externo de la trompa y desde ahí inicia un trayecto que durará unos 4 ó 5 días hasta llegar al útero.

Es entonces cuando puede decirse que la mujer está embarazada. Una vez en el útero, el óvulo fecundado se implanta en la capa más interna de éste, llamada endometrio, que se ha ido preparando mientras tanto para que el óvulo pueda anidar en él y para proporcionarle la nutrición materna en un primer momento. Sin embargo, el órgano encargado de alimentar el nuevo ser durante todo el periodo de gestación será la placenta; empieza a formarse en esta época y va evolucionando y transformándose a lo largo de los nueve meses.

La placenta es un órgano característico de los mamíferos superiores y su función en el embarazo es esencial; es el órgano a través del cual el nuevo ser respira, se nutre y elimina sus excretas, actuando como pulmón, intestino y riñón a la vez. Asimismo, es la encargada de segregar una serie de hormonas que sirven a las necesidades de crecimiento del embrión. Pocos días después de la implantación empieza también a formarse el saco amniótico; este contiene un líquido transparente, parecido al agua y con un olor característico, que rodea completamente al embrión.

Antiguamente se creía que el líquido amniótico sólo tenía una función protectora al actuar a modo de cojín que amortigua los posibles golpes procedentes del exterior; hoy en día, sin embargo, se sabe que, además de esto, cumple una importante misión en el intercambio de metabolitos de la madre al hijo. A las pocas horas de la fecundación, el zigoto empieza a dividirse y multiplicarse, de manera que, cuando llega al endometrio, se ha convertido en un conglomerado de células, llamado blastocito; éste ya se halla diferenciado en aquellas partes que darán lugar más tarde a estructuras especificas del organismo del nuevo ser. Se le da el nombre de embrión a partir de la tercera semana; cuando se cumplen 25 días tiene una longitud de2.8 mm., y puede verse una cabeza y un cuerpo en forma de coma.

Al primer mes de gestación, la cabeza esta muy desarrollada, representando el 50% del total; se aprecia ya un rudimento de lo que serán los ojos, las extremidades anteriores y un esbozo de las posteriores, así como un grueso cordón umbilical que une el embrión a la placenta. Cuando la mujer ha cumplido 2 faltas, es decir cuando lleva 2 meses sin la menstruación, el embrión cuenta con 6 semanas, mide unos23 mm. Y tiene un desarrollo casi completo de todas las partes del cuerpo: cabeza, tronco y extremidades.

A partir de las 9 semanas desde la última regla, el embrión se conoce clínicamente con el nombre de feto. Éste será inmaduro o inviable hasta la semana 27, cuando pesa entre

500 y1,000 gramos; prematuro o viable entre la 28 y la 38, con un peso entre 1,000 y2,500 gramos; y maduro o a término a partir de la semana 38, cuando 2 tiene un peso de2,500 gramosen adelante. Algunas mujeres son capaces de percibir muy pronto que están embarazadas; otras, en cambio, no empiezan a sospecharlo hasta que se dan cuenta de que no les viene la regla. Aparte de las pruebas especificas para saber si hay un embarazo, existen desde el principio una serie de cambios externos que suelen ser inconfundibles.

Especialmente marcadas son las transformaciones que se dan en las mamas; estas se vuelven más sensibles, aumentan de tamaño y peso y las venas que circulan por debajo de la piel se hacen más visibles; los pezones, por su parte, se agrandan y la piel que les rodea adquiere un tono más oscuro. También se observa un aumento del flujo vaginal, necesidad de orinar con más frecuencia y, a veces, náuseas y vómitos. A nivel interno, puede decirse que el organismo entero de la mujer experimenta importantísimos cambios que son una reacción adaptativa al desarrollo fetal.

Dichos cambios son debidos a causas de tipo hormonal, nutritivo y también mecánico. Los cambios que experimenta el feto a lo largo del embarazo son asombrosos. En el primer trimestre, éstos son muy rápidos y sorprende que, en algo tan diminuto, pueda apreciarse ya la forma de un ser humano. En esta época se va desarrollando el sistema nervioso, la médula espinal, los pulmones, las células óseas, nariz, ojos, orejas, dedos de las manos, pies con sus dedos, así como los alvéolos dentales y los rudimentos de lo que serán las uñas, los órganos genitales empiezan a formarse, pero aún es imposible distinguir si es niño o niñas.

Existe también un corazón que late con mucha fuerza. En el segundo trimestre, las estructuras existentes se van perfeccionando y empieza a aparecer una especie de pelo, llamado lanugo, en la cabeza y por toda la superficie del cuerpo. El desarrollo de los músculos permite que el feto realice sus primeros movimientos de brazos y piernas; este es un momento importante del embarazo, ya que, a través de dichos movimientos, la madre siente de una forma más real la presencia de un ser vivo dentro de ella. Dicha presencia también se hace evidente mediante la auscultación de los latidos cardiacos, que ahora ya es posible mediante un estetoscopio.

Durante el tercer trimestre, acaban de formarse todos los órganos y sistemas del nuevo ser y, a partir del octavo o noveno mes, éste ya es capaz de vivir por si mismo. A largo de estos 3 últimos meses, pueden percibirse los movimientos fetales, así como las frecuentes patadas que son visibles incluso desde el exterior. En el último mes del embarazo, el feto que ha estado todo el tiempo con la cabeza arriba empieza a invertir su posición; poco a poco se da la vuelta hasta situarla cabeza debajo de todo, a punto ya de salir cuando llegue el, momento del parto.

El parto constituye la terminación normal del embarazo mediante la expulsión del feto maduro a través de las y las naturales. No se conoce con exactitud a que se debe la puesta en marcha del parto; lo más probable es que se produzca una interacción de factores de tipo muscular hormonal, nervioso y también de origen fetal. Han sido identificadas algunas hormonas, como la oxitocina y las prostaglandinas, que tienen un papel fundamental en la instauración y mantenimiento de las contracciones.

El primer, periodo del parto se conoce con el nombre de periodo de dilatación y se inicia con las contracciones de la musculatura uterina, que duran de30 a60 segundos cada una y tienen lugar cada 15 o 20 minutos. En las mujeres primíparas, esta primera etapa del parto puede durar varias horas. Las contracciones empiezan a abrir o dilatar el cuello de la matriz y éste desprende como un tapón de aspecto mucoso y con restos de sangre que se observa al orinar o por una mancha en las pantaletas; la expulsión de este moco sanguinolento puede tener lugar varios días antes de que se inicie el verdadero parto.

A medida que las contracciones se van haciendo más frecuentes y más largas e intensas, el feto va siendo empujado hacia el cuello de la matriz, que se va dilatando. Cuando se producen deforma regular cada 5 ó 6 minutos, hay que ir al hospital sin perdida de tiempo, ya que lo más probable es que el parto sobrevenga en pocas horas. Al llegar a la dilatación completa del cuello, se produce la rotura del saco amniótico y se expulsa el líquido al exterior; este fenómeno se conoce con el nombre de «rotura de la bolsa de las aguas». La segunda parte del parto se llama periodo de expulsión.

El niño es empujado a través del cuello y de la vagina, que ahora se denomina canal del parto, hasta que sale al exterior. Cuando la parte superior de la cabeza aparece en el interior de la vagina, se dice que esta coronando. Las contracciones de este periodo son más enérgicas que las anteriores y van acompañadas de un deseo seminvoluntario por parte de la mujer de apretar hacia afuera. Una vez que ha salido el niño, se procede a aspirar las mucosidades para facilitarle la respiración y se corta el cordón umbilical. Pero el parto no acaba aquí, sino que falta aún el tercer periodo, llamado de alumbramiento.

Éste tiene lugar unos 10 ó 20 minutos después de la expulsión del feto y consiste en la reaparición de contracciones, esta vez no dolorosas, cuya misión es la de expulsar la placenta y el cordón umbilical que se hallaban aún en el interior de la matriz. La expulsión de la placenta suele ir acompañada de una hemorragia que, si no hay ninguna complicación, se considera normal.