Exhibicionismo y voyeurismo

El exhibicionismo se define como «la exposición deliberada y habitualmente compulsiva de los órganos genitales del adulto en condiciones inadecuadas, con el fin de provocar una respuesta en el observador». A diferencia, pues, del fetichismo e incluso de algunas conductas travestistas, el exhibicionismo siempre es un acto público.

Se ha especulado mucho sobre cuáles puedan ser los móviles que empujan a una persona a este tipo de conducta, sin que haya sido posible llegar a ninguna conclusión, lo que si está claro, sin embargo, es que el exhibicionista no pretende el contacto sexual con su víctima, le basta con que ésta le vea.

En ocasiones, se produce una eyaculación por el sólo hecho de exhibirse, en otras, el sujeto se masturba delante de su víctima; los hay, también, que utilizan el recuerdo para masturbarse, más tarde, en casa.

Los lugares escogidos para la exhibición suelen ser parques, esquinas, etc., pero, a veces, es desde el propio coche o desde la ventana de la propia casa. Esta falta de precaución resulta fatal para el exhibicionista que, a menudo es detenido por los agentes del orden público, observándose además una elevada tasa de reincidencias.

Se calcula que una tercera parte de los arrestos por delito sexual corresponde a los exhibicionistas. Se trata de una parafilia prácticamente exclusiva de los hombres y las victimas que eligen suelen ser niñas o adolescentes, aunque los hay que tienen sus preferencias particulares y no se exhiben si no es delante un tipo de estímulos concretos, que pueden ser mujeres de cualquier edad, con tal que reúnan las características necesarias para que se les desencadene esta conducta.

De ahí, que se diga que el acto de exhibirse tiene un componente compulsivo. Es como si el individuo no pudiera resistirse a ello.

Existen algunas personas con enfermedades orgánicas cerebrales, demencia senil o psicosis, que pueden llevara cabo actos de exhibicionismo.

En estos casos, es preciso hacer un diagnóstico diferencial, ya que estas conductas no tienen nada que ver, desde el punto de vista psicológico, con la del exhibicionista. Este trastorno puede aparecer a cualquier edad, pero aparece más frecuente alrededor de los 20 años. A veces se trata de individuos casados, aunque por lo general suelen ser personas con pocas relaciones sociales.

Probablemente, por el carácter compulsivo de esta conducta, el hecho de tener relaciones sexuales no parece disminuir la tasa de exhibiciones. Existe una relación evidente entre el exhibicionismo y el voyeurismo.

Éste se define como «el deseo compulsivo de espiar a otras personas cuando se desvisten, desnudas, masturbándose o teniendo relaciones sexuales».

Es requisito indispensable, en la mayoría de los casos, que sean personas desconocidas y que, por supuesto, no hayan dado su consentimiento para ser observadas. El voyeurismo como trastorno es también propio de los hombres, sin embargo, se ha dicho que todos los seres humanos tienen algo de «voyeur».

Es innegable que, ya desde la infancia, el individuo siente curiosidad por ver determinadas cosas, especialmente aquellas que le están prohibidas. La diferencia con el «voyeur» es que para este el espiar a los demás es la principal y, a veces, única fuente de atracción y placer sexuales.

Al parecer, los «voyeurs» son personas más bien tímidas, con pocos contactos sociales o sexuales. También se ha dicho que no suelen padecer por su peculiar comportamiento y que son personas con un elevado grado de hostilidad.

Las causas de estos trastornos son discutibles, pero el hecho de que ambos sean mucho menos frecuentes en las civilizaciones que no reprimen la desnudez hace pensar que el condicionamiento ambiental debe jugar un papel importante.

En cuanto al tratamiento, se han utilizado técnicas aversivas, derivadas de la teoría del aprendizaje, terapias de grupo y psicoanálisis. Los resultados son pobres, probablemente por la falta de motivación del paciente, el cual no suele estar en absoluto interesado en cambiar su conducta.