Fortaleza y política de la monarquía del continente americano

Fortalecimiento del poder del estado bajo el mandato de los reyes Católicos, Isabel y Fernando, se sientan las bases para el establecimiento de una monarquía encaminada hacia el absolutismo. los «epítetos» o «títulos», que constituían el estrato superior de la nobleza, quedaron sometidos al poder real. Asimismo, acabaron dominadas por la corona las autoridades de las órdenes religioso-militares. Sin embargo, subsistieron algunas instituciones representativas, como las cortes y los ayuntamientos.

Por afianzar su poder y doblegar a sectores turbulentos, de la nobleza y reprimir movimientos de rebeldía entre el campesinado, los reyes Católicos emplearon medidas violentas.

Las cortes empezaron a relegarse, y la administración fue quedando en manos de nuevos organismos subordinados a la realeza. la justicia quedó regida por las llamadas audiencias, cuyos magistrados se encontraban sometidos a un estrecho control por parte de la corona. Cuando se inició la expansión hacia América, el tráfico comercial y pasajero fue supervisado por el organismo conocido como «Casa de Contratación de Sevilla».

El descubrimiento de América por parte de los españoles sobrevino cuando se encontraba en marcha todo el proceso unificador. Diversas circunstancias (económicas, geográficas, etc.) en las que se encontraba la corona de Castilla, favorecieron a la expedición colombina. Por su parte, Aragón atravesaba por una crisis económica, debida a la decadencia general de su comercio mediterráneo.

A pesar de las condiciones paritarias de la unión de Aragán y Castilla, esta última asumió en España un papel de predominio, por lo que reservó para sí los mayores beneficios de la empresa colonizadora.

En la política de unidad religiosa el Papa Alejandro VI asignó, en la primer Bula (privilegio) lnter caetera, a la monarquía española el derecho de ocupar las tierras existentes al oeste de la línea de demarcación.

Sin embargo, como una tarea que justificaría su dominación en América, encomendó a los reyes que emprendieran la evangelización de los pobladores del mundo descubierto; es decir, la colonización sólo sería legítima en el caso de que con ella se extendiese el cristianismo. Además el Papa designó a los reyes de España patronos de la Iglesia en Indias, lo que dio origen a la institución del Real Patronato.

Durante la guerra de Reconquista, se acrecentó la importancia de la religión católica como un factor de unidad. Los reyes Fernando e Isabel, al darse cuenta de lo anterior, decidieron instrumentar una política orientada a conseguir la unidad religiosa en el ámbito interno, y durante los primeros años de su gobierno instalaron el tribunal del Santo Oficio o de la Inquisición, que se encargaba de juzgar los casos de herejía.

El Papa Alejandro VI, en la segunda Bula Inter caetera, donó a los reyes Católicos perpetuamente todas las islas y tierra firme descubiertas o que se descubrieron en el mar Océano, al oeste de la línea de demarcación, para que dichos monarcas y sucesores ejercieran sobre aquellos territorios «libre, pleno y absoluto poder, autoridad y jurisdicción».

En 1492, al desembarcar Cristóbal Colón y sus acompañantes en la isla de San Salvador, lo primero que hizo el almirante fue tomar posesión de la tierra descubierta en nombre de los reyes de España.

La finalidad de Colón al iniciar la excursión, era llegar por mar a los países asiáticos, con la intención de abrir una ruta de comercio y fundar factorías que sirvieran como centros de intercambio y puertos de embarque.

Por lo anterior, la organización del primer núcleo colonial en la isla Española (hoy Santo Domingo) respondió a este esquema puramente mercantil. Colón obró más bien como empresario que como gobernante.

Dicha forma de organización no duró mucho tiempo, ya que los colonos se mostraron inconformes a causa de la limitada participación que tenían en los beneficios de la explotación comercial de los productos isleños. Pensaban que sus esfuerzos eran insuficientemente compensados, y muchos los padecimientos.

Poco a poco fue creciendo la oposición al gobierno colombino, manifestándose con ello movimientos de abierta rebeldía por parte de algunos grupos de colonos. Los informes que enviaban el almirante y sus adversarios a la corte española eran contradictorios, por lo que fueron un claro indicio del caos en que se precipitaba la colonia.

Para remediarlo, los reyes mandaron a la Española jueces de instrucción con suficiente poder para adoptar medidas prontas y radicales, Francisco de Bobadilla quitó el mando al almirante y lo envió a España en calidad de pricionero.

Nicolás de Ovando fue nombrado gobernador, y se encargó del un incipiente aparato burocrático, nombrando:

– Cuatro oficiales reales, los cuales se hacían cargo de los intereses económicos de la corona.
– Un alcalde mayor, que se hacía cargo de la administración de justicia.
– Varios funcionarios; encargados de atender las cuestiones militares.

Haciendo caso de las instrucciones de la corona, Ovando repartió tierras y decretó la libertad para buscar minas de oro, con la única obligación que quienes las hallasen, debían entregar la quinta parte del metal extraído a los reyes.

El gobierno de Ovando puso fin a la organización puramente mercantil de la colonia e inauguró una nueva etapa del proceso colonizador caracterizada por la creciente intervención del poder estatal.

Diego Colón (hijo del almirante) ocupó posteriormente el cargo de gobernador. Durante su mandato se creó la Real Audiencia de Santo Domingo, la cual restringió los poderes del gobernante con respecto a la administración de justicia.

Además se realizaron exploraciones y ocuparon otras islas (Cuba, Puerto Rico, Jamaica) y la región de América ístmica llamada Castilla del Oro.