Historicismo y perspectivismo

El nexo entre conocimiento (saber) e historia es ineludible. Y nos conduce, en primer lugar, a plantear la vinculación entre filosofía e historia.

Hay muchos conceptos de filosofía conformados a partir de las aportaciones de los mismos filósofos, por lo cual es difícil puntualizar una conceptuación definitiva y común. Igual de complicado, o más, resulta definir qué es la historia.

El enfoque de la historia presenta dos acepciones: puede entenderse como “realidad” o como “ciencia”. La primera alude a las acciones humanas llevadas a cabo consecutivamente en el tiempo, y de sus consecuencias.

Aquí, “el problema se plantea en función del concepto del ser y de la realidad en cuanto tal”. Es decir, “el problema del ser histórico no es más que un aspecto del problema general del ser y de la realidad”. El ser es dinámico, el cambio forma parte de su naturaleza. Y como el saber pretende, precisamente, explicar al ser, debe remitirse a la historia donde éste se mueve.

Así lo expresa Eduardo Nicol: “La pregunta ¿qué es esto?, que es una pregunta esencial, envuelve la cuestión del origen: ¿de dónde proviene esto, qué lo produjo?, y ésta es una pregunta causal. Para dar razón de algo hay que averiguar su causa. Ésta es una constante del pensamiento, que aparece ya en el mito, y reaparece después en la física”.

Y como ciencia, es el estudio analítico y la narración organizada de los acontecimientos (sociales, religiosos, políticos, culturales, etcétera). Así entendida, es una “rama particular del saber humano”.

En este tenor, la discusión es inevitable: habrá quienes planteen que es un “saber científico”; otros, que una “técnica”; y otros, que un “arte”. En el supuesto de que los primeros tengan razón, “cabe investigar sus condiciones de posibilidad y de legitimidad y el modo como debe hacerse el estudio y la realización de la historia para construir un saber verdaderamente científico (historiografía, que a su vez puede ser una aplicación de una metodología a la historia)”.

Con estos referentes, podemos colegir que “el concepto de filosofía lleva implícita la noción de historia, porque la filosofía es un producto de la actividad intelectual del hombre elaborado a lo largo del tiempo. Las cosas inmutables tienen duración, pero no historia. Solamente tienen historia los resultados de la actividad humana que se hacen, se desarrollan y perfeccionan en el tiempo”.

Así, como ciencia que es, la historia se integra en el vasto campo del saber, más aún, de la filosofía, pues es la concreción del pensamiento, de las ideas, e implica “el hecho de haber sido logradas esa ideas, elaboradas y formuladas en tal o cual lugar, y por tal o cual personaje concreto”.

Y es en la historia precisamente donde se ha trazado el camino que ha conducido al establecimiento de las ciencias. En ella se han conjuntado a través del tiempo inteligencias, esfuerzos y voluntades para llegar a la verdad.

Por otra parte, el binomio saber-historia implica la reconsideración misma del conocimiento. Éste va más allá que la sola comprensión de los objetos físico-naturales, pues la vida del hombre está conformada por acciones libres, decisiones, valoraciones, actos particulares y contingentes.

En consecuencia, la teoría del conocimiento debe justificar epistemológicamente otro ámbito científico que tenga como objeto dichas acciones humanas, y es el de las ciencias del espíritu (véanse los temas VII y VIII).

Según esta perspectiva, es preciso “historizar la razón”, es decir, introducir la dimensión histórica en la conciencia humana. De esta manera, la epistemología se plantea el tránsito de una conciencia pura, ajena a la historia, fundamentada elementos apriorísticos, a una inmersa en la historia, regulada a través de categorías temporales.

Ésta es precisamente la propuesta de Dilthey, como lo expresa Antonio López Molina: “Al historizar la razón, Dilthey propuso una nueva concepción de la conciencia en la que sentimiento, voluntad y pensamiento aparecen absolutamente entrelazados en el conocimiento humano.

Frente al sujeto descarnado y contemplativo de Kant (conciencia pura), emerge un sujeto específicamente humano, un individuo de carne y hueso, en el que la historia, la vida, los sentimientos y las voliciones fundamentan un modo de ser de la conciencia que denominamos conciencia histórica”.

Fuente: Teoría del conocimiento de la facultad de contaduría y administración, UNAM.