La era de la mercadotecnia de masas

Debido a que inventos como el motor de combustión interna y la desbrozadora de algodón incrementaron la productividad, los productores tuvieron la capacidad de producir en masa y con calidad uniforme. No obstante, los excedentes de producción resultaban rentables sólo si eran atractivos para los consumidores que vivían lejos de los mercados locales.

Por fortuna, la extensa red de transporte a larga distancia por ríos y canales fue sustituida, al promediar el siglo, por sistemas mucho más rápidos, como las carreteras y los trenes.

Todo lo anterior, no dejaba a la publicidad moderna otra alternativa más que la de idear un sistema de comunicación eficaz y eficiente con capacidad para llegar a mercados más dispersos. Los medios nacionales se desarrollaron a la par del crecimiento de los sistemas de transporte. Casi al mismo tiempo, surgieron vanas tecnologías nuevas, que facilitaron la mercadotecnia y la comunicación de masas. Sobre todo, el telégrafo, el teléfono y la máquina de escribir implicaron mejoras significativas para la transmisión de mensajes a nivel masivo.

Los primeros expertos en publicidad como Volney Palmer, el primer «anunciador», funcionaron como colocadores de medios. Palmer logró establecerse como «agente» en 1841 en Filadelfia y abrió una sucursal en Boston en 1845 y otra en Nueva York en 1849, cobraba una comisión por colocar anuncios en los periódicos.

Como conocían todas las publicaciones y sus tarifas, estos primeros colocadores de medios tenían una particular habilidad para los negocios. Recibían comisiones de las tarifas que cobraban los editores. Los mensajes eran preparados con anticipación por los anunciantes o redactores que ellos mismos contrataban, y con frecuencia se elaboraban con exageraciones y afirmaciones absurdas.

Hacia finales del siglo XIX la profesión de publicista estaba más desarrollada. Las agencias se dieron a la tarea de convencer a los fabricantes de anunciar sus productos. Mientras tanto, los anuncios asumieron un rol de informar y educar. Redactar anuncios se convirtió en un oficio reconocido y digno de prestigio.