Las tres décadas de dominio político del general Díaz

La gestión presidencial del general Díaz se caracterizó por cancelar los cacicazgos regionales, principalmente de gobernadores y jefes militares. Para ello sustituyó a los gobernadores no allegados a su persona por otros totalmente fieles a sus proyectos y reorganizó las fuerzas armadas para trasladar de zona a jefes militares. Con respecto a los opositores a él, implementó una férrea política de represión, de ahí la terrible orden de «mátelos en caliente».

Con lo cual, Díaz y sus colaboradores establecieron en la práctica un gobierno centralista bajo la apariencia de un régimen federalista.

Díaz comenzó a establecer acciones para atraer la inversión extrajera al país, con el argumento de la pacificación y el orden social que había en México. Para noviembre de 1880, Díaz restablece relaciones diplomáticas con Francia, declarando los dos gobiernos que ninguna reclamación se presentaría por acciones anteriores a dicho acuerdo diplomático.

Las elecciones presidenciales de 1880 se postularon varios candidatos pero los más importantes fueron: Justo Benítez quien había sido un colaborador destacado de Díaz, y el general Manuel González, quien contaba con el apoyo del general Díaz y del bando militar. Fue electo el general, quien tomó posesión del cargo el 1de diciembre de 1880.

El gobierno de Manuel González continuó con las políticas establecidas por Díaz, tales como subordinar los poderes de los estados, municipios y de las Cámaras, al poder ejecutivo. Reorganizó el Colegio Militar y fundó la Escuela Médicomilitar, también modificó la Constitución de 1857 para retirar la facultad que tenía el presidente de la Suprema Corte de Justicia de sustituir al presidente, recayendo esta facultad al presidente del Senado o al de la Comisión Permanente.

La gestión de González sobrevino una crisis económica, lo que provocó un gran descontento que fue controlado militarmente. Esto influyó para que la gente añorara el orden establecido por el general Díaz, quien se postuló para un nuevo periodo presidencial.

El 1 de diciembre de 1884, el general Díaz toma posesión como presidente de la República por segunda vez. En este periodo, el general Díaz establece una política de conciliación con todos los grupos de presión, puesto que coloca partidarios civiles de Lerdo de Tejada en importantes puestos, como Manuel Romero Rubio, y a militares allegados a él les proporciona importantes carteras en su gabinete. También inserta en el gobierno a jóvenes intelectuales, los cuales se formaron en la Escuela Nacional Preparatoria, como Justo Sierra, José Limantour, Pablo y Miguel Macedo y otros.

Estos intelectuales, inspirados en las ideas de Hebert Spencer y John Stuart Mill, afirmaban que lo más importante para el desarrollo económico, político y social de una nación era tener orden y como el pueblo mexicano en su inmensa mayoría no se encontraba preparado para ejercer un gobierno representativo era indispensable una dictadura. Dicha dictadura tendría que apoyarse en personas capaces de ejercer una administración pública científica, es decir, en ellos. A este ,grupo de pensadores se les denominó los «científicos».

Al terminar su segundo periodo presidencial, Díaz impulsa un proyecto de reforma constitucional, a través de las cámaras de diputados y senadores que controlaba para modificar el principio de no reelección que el propio Díaz esgrimió contra Juárez y Lerdo de Tejada. Ello, le permite lanzarse como candidato a la mpresidencia de la República por un tercer periodo. Resulta nuevamente reelegido por mayoría absoluta, rindiendo protesta de ley el 1 de diciembre de 1888.

Nuevamente al concluir el periodo presidencial de 1888-1992, el general Díaz ejerce su influencia para modificar la Constitución con la finalidad de permitir la reelección indefinida. Fue elegido como presidente de la República para los periodos consecutivos de 1892-1896; 1896-1900; 1900-1904; y 1904-1910.

En la última década del siglo XIX se presentó una severa crisis financiera, producida entre otras causas por la pérdida de cosechas, así como por la depreciación de la plata en el mercado mundial, la cual fue maneja hábilmente por José Ivés Limantour, quien era el Ministro de Hacienda.

Limantour dispuso la devaluación de la moneda y la eliminación de las alcabalas, con lo cual se estimuló la inversión extrajera y fomentó tanto el desarrollo de la industria como de las actividades primarias de exportación.

Bajo el régimen de Díaz los capitales proveniente de los Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Alemania invirtieron en los rubros más dinámicos del incipiente capitalismo, ocasionando que la economía mexicana se insertara al mercado mundial, aunque como una nación proveedora de materias primas y consumidora de bienes manufacturados.

El Porfiriato se establecieron los bancos, los dos más importantes fueron el Nacional de México y el de Londres y México. Asimismo, se realizó una reforma monetaria con la cual se cambió el patrón de la plata al oro, entrando de esta manera en el sistema monetario internacional. A partir de esta reforma, sólo la casa de Moneda de México pudo acuñar el circulante.

El sistema de ferrocarril fue pieza clave en este periodo

Los hechos relevantes de este periodo fue que a partir de 1895 la Secretaría de Hacienda logró presentar un presupuesto no deficitario, que hasta esos momentos no había existido en el país.

La distribución de la riqueza, ésta fue muy inequitativa. Dicha distribución se puede ejemplificar como una pirámide, en cuyo vértice superior se encontraba el general y sus allegados, posteriormente los grandes empresarios extranjeros y nacionales así como los grandes latifundistas, después los caciques locales y una creciente clase media, y por último la mayoría de la población, campesinos, indígenas y obreros.

Este último estrato de la pirámide apenas contaba con lo mínimo indispensable para sobrevivir, aunque para ello se tuviera que emplear en condiciones casi de esclavitud.