Parafilias

Cuando una persona alcanza la excitación sexual a través de estímulos que no se consideran «normales», se dice que tiene una parafilia. En realidad, se trata de palabra nueva para un concepto antiguo. Las parafilias son tan viejas como la humanidad y han recibido distintos nombres según las épocas: perversiones, aberraciones, degeneraciones, desviaciones, etc.

La definición de la parafilia como una conducta anormal es poco satisfactoria, ya que, si hay algún concepto en el terreno sexual que se preste a malos entendidos, éste es el de normalidad.

La historia de la sexualidad en las diversas civilizaciones pone de manifiesto la diversidad de las costumbres sexuales.

Conductas que en una determinada sociedad son normales resultan inadmisibles y son condenadas en otras. Dentro de un mismo grupo social, los hábitos sexuales no son los mismos para todos los núcleos de población. Otra forma posible de definir la parafilia es «aquella conducta sexual en la que no se tiene en cuenta la libertad del otro».

Tal definición resulta válida para algunos tipos de parafilia, pero no para todos; así, en el sadomasoquismo, se supone que existe un acuerdo entre las personas que lo practican.

Como se verá más adelante, existen muchas clases de parafilias y no todas revisten la misma gravedad. Por esta razón, hay quienes prefieren llamarlas «variantes de la conducta sexual». Por este motivo, sólo se considera un trastorno sexual cuando el individuo se halla sujeto a ellas y no puede llegar a la excitación sexual de otra forma.

La falta de datos científicos sobre estas conductas se debe al poco interés que han suscitado mientras se han considerado como particularidades propias de unas minorías más o menos pervertidas o depravadas.

Otro motivo del desconocimiento reinante proviene de las dificultades que plantea la investigación sobre un tema tan escabroso como éste. Los informes procedentes de la clínica psiquiátrica son escasos y poco fiables, ya que las personas que las practican únicamente acuden a las consultas por motivos legales o por presiones de sus parejas.

Los datos procedentes de encuestas realizadas en la población general tampoco reflejan la realidad, ya que estas personas no responderán con sinceridad acerca de unas actividades que la sociedad considera aberrantes.

Se ignora la frecuencia real de estas conductas en la población general, aunque todo parece indicar que es mucho más alta de lo que muchos suponen. En lo que respecta a la distribución por sexos, salvo casos muy aislados, no suelen diagnosticarse entre las mujeres.

El masoquismo constituye una excepción, pero aun así, la proporción se sitúa en 20 hombres por cada mujer. En cuanto al origen de las parafilias, no se ha podido demostrar la existencia de ninguna alteración orgánica o psicológica que las explique.

Se han formulado diversas hipótesis pero ninguna de ellas cuenta con pruebas científicas que la corroboren. Se ha sugerido que estas personas podrían tener unos niveles excesivamente altos de andrógenos y también se ha especulado sobre una posible relación entre conducta parafilica y lesión del lóbulo temporal.

Desde el punto de vista psicológico, la teoría del aprendizaje supone que estas conductas se instauran por haber sido reforzadas en una época determinada, generalmente durante la pubertad. Las escuelas psicoanalíticas, por su parte, defienden que algunas de las parafilias serían una consecuencia del complejo de castración en la fase edípica.