Pioneros de la sexualidad

Aunque a finales del siglo (XIX ya aparecieron los primeros intentos de abordar la sexualidad con rigor científico, bien entrado el XX, seguían prevaleciendo conceptos claramente irracionales y actitudes hipócritas que mantenían a gran parte de la humanidad sumergida en grandes sentimientos de culpa. Entre los pioneros de la sexualidad es preciso mencionar a Henry  Havelock Ellis (1859-1939) que tuvo la osadía de abordar desde la medicina un tema tan mal visto como era el del comportamiento sexual.

A otros autores como Richard von Krafft-Ebing (1840-1902) se debe el primer enfoque serio de la psicopatología de las desviaciones sexuales, aunque no lograra desprenderse de los prejuicios de su época nos haya legado una visión intolerante de las mismas.

A él se debe el descubrimiento de que la parálisis general progresiva es consecuencia de la sífilis, hecho que contribuyó, sin duda, a una actitud aún más negativa hacia el sexo por el pánico que se originó a las enfermedades venéreas.

Afortunadamente, entre estos pioneros los hubo con mentalidades más abiertas que, a pesar de los escasos conocimientos científicos de la época y de los avatares de la historia, como fue la irrupción del nazismo, contribuyeron a crear una visión menos deshumanizada de la sexualidad.

A al es el caso de Magnus Hirschfeld (1868-1935), psiquiatr alemán considerado el padre de la medicina sexual. Sigmund Freud (1856-1939) merece atención aparte por la genialidad de sus intuiciones y por la enorme repercusión que ha tenido en el pensamiento de las generaciones posteriores.

Sus ideas acerca de la sexualidad infantil, los efectos de la represión en la conducta sexual adulta y, sobre todo, la importancia de la sexualidad en el comportamiento global del individuo han sido ampliamente divulgadas y han llegado, más o menos tergiversadas, a casi todos los ámbitos socioculturales.

El sexo, que hasta entonces había sido visto como un acto meramente fisiológico, independientemente de las distintas calificaciones morales de que había sido objeto, a partir de la doctrina freudiana se convirtió en algo esencial para la vida del ser humano.

Sin embargo, al igual que ha ocurrido con algunas de sus interpretaciones de las enfermedades mentales, también algunas de sus afirmaciones en relación al sexo han tenido que ser modificadas con el paso del tiempo.

El ejemplo más ilustrativo es el del orgasmo femenino. Freud creía que el verdadero orgasmo era el vaginal y que el clitorídeo era propio de mujeres inmaduras sexualmente.

Las investigaciones científicas posteriores han demostrado que no existen estos dos tipos de orgasmo sino que la reacción es siempre la misma sea cual sea la forma de estimulación.

En la práctica, Freud estudió a pocas mujeres, ya que su experiencia clínica se limitó a una reducida muestra de pacientes vienesas; con todo, abordar este tema en sutiempo, en el que imperaba el puritanismo, requería, sin duda alguna, una gran dosis de : valentía.

Con Alfred Kinsey (1904-1956) y sus colaboradores, Pomeroy, Martin y Gebhard, se produjo una revolución en la concepción de la sexualidad no menos importante que la freudiana.

Estos autores llevaron a cabo un estudio sociológico mediante encuestas en el que pudieron recoger la conducta sexual de la población de Estados Unidos entre los años 1938 y1952.

Apartir de los resultados pudieron demostrar estadísticamente que muchas de las conductas sexuales consideradas hasta entonces antinaturales, eran practicadas por un abrumante porcentaje de la población.

Al ponerse de manifiesto que la masturbación, la homosexualidad y las relaciones extramatrimoniales eran actividades relativamente comunes y no exclusivas de unos grupos minoritarios con distintos grados de neurosis, como se venia creyendo hasta el momento, fue necesario cambiar el enfoque que hasta entonces se había dado al tema sexual y de esta manera se abrieron las puertas al estudio científico del mismo.

Reconocida la importancia de la sexualidad en la vida del individuo y la realidad sobre la frecuencia de las distintas prácticas sexuales, faltaba descubrir los procesos psicofisiológicos de la respuesta sexual así como los mecanismos biológicos que la controlan Esta labor la realizaron William Masters y Virginia Johnson cuyo libro respuesta sexual humana (1966) constituye un punto de referencia indispensable para la moderna ciencia de la sexología.

Durante los once años que duró su investigación estudiaron la respuesta sexual de 382 mujeres y 312 hombres. Entre estas personas las había solteras y casadas con edades que oscilaban entre los 18 a los 89 años.

Especialmente interesantes fueron los resultados obtenidos con el grupo de personas mayores (34 mujeres con edades comprendidas entre 51 y 78 años y 39 varones entre los 51 y los 89).

Asimismo contaron en su muestra con 6 mujeres embarazadas. Todas estas personas se avinieron a tener sus relaciones sexuales o a masturbarse en un laboratorio donde eran observadas y evaluadas todas sus reacciones desde diversos parámetros.

No sólo se registraban sus constantes vitales, como respiración o ritmo cardiaco, sino que también disponían de instrumentos especializados, como penes artificiales, que permitían observar y grabar las reacciones que se producían en el interior de la vagina.

El gran mérito de estos pioneros no se limita a los datos científicos que nos han legado sobre la respuesta sexual, sino que va mucho más allá, ya que dejaron patente que la actividad sexual puede y debe constituir una fuente de placer tanto para el hombre como para la mujer y contribuyeron al esclarecimiento de numerosos mitos que han condicionado durante siglos la sexualidad y la han mantenido en una dolorosa penumbra.