Producción agropecuaria e industria de alimentos básicos

De los 18 millones de hectáreas que se cultivan en la República Mexicana tan solo 5 millones corresponden a una agricultura de riego, moderna y de alta productividad; se estima que hay otros siete millones de hectáreas susceptibles de incorporarse al sector moderno de menores riesgos y altos rendimientos.

Es en los elementos agua y tamaño del predio donde aparece de inmediato el carácter dual del sector agropecuario El sector moderno cuenta con todos los recursos necesarios para operar conforme a la racionalidad del mercado (agua, insumos industriales, maquinaria, equipo, crédito), por lo tanto satisface la demanda exterior y la de las clases de altos y medianos ingresos o que tienen poder adquisitivo. Su aportación es fundamental ya que genera divisas, alimentos para la población urbana y materias primas para la industria.

En cambio, el sector tradicional, que acapara la mayor superficie y ocupa prácticamente al 70 por ciento de la población económicamente activa, produce con muy bajos rendimientos y su aportación al mercado es secundaria, ya que ni siquiera puede satisfacer adecuadamente su propio consumo.

Hay un sector intermedio que puede denominarse en transición, que abarca aproximadamente el 12 % de los predios y participa con el 15 % del valor de la producción.

La eficacia de la política agropecuaria depende de que se amolde a la estructura productiva. Como ésta es heterogénea, las medidas e instrumentos también deben ser diferentes. La agricultura comercial puede responder a una política de precios y de incentivos más que a medidas compulsivas, ya que es difícil obligar a los productores a seguir una conducta en contra de sus intereses.

Esto no significa un salvoconducto para violar las leyes de reforma agraria. Desde hace mucho tiempo es patente la necesidad de diseñar una política tributaria que capte el cuantioso excedente económico que genera este sector, procurando que se reinvierta en actividades prioritarias y evitando que escape en gastos superfluos o inversiones en inmuebles en el Paseo de la Reforma, Coronado, las Vegas, etc.

En cambio, la política agrícola para los sectores tradicional y en transición requiere aplicar un enfoque integral, asignar los recursos suficientes e idear las modalidades necesarias para producir los granos y cereales que ahora importamos y los demás alimentos que constituyen la dieta básica.

La modernización de la agricultura tradicional requiere fortalecer, sin claudicaciones y con toda la fuerza del Estado a los ejidos y minifundios fomentando nuevas modalidades de organización que los hagan productivos. Circula en el ambiente la idea de crear empresas sociales, asociando a los ejidatarios y pequeños propietarios con el Estado, el cual esta en la capacidad de aportar las inversiones y la técnica para controlar el agua, mejorar el suelo y apoyar la organización para el éxito de dichas empresas.

En algunos casos, el Estado podría inclusive recurrir a la expropiación y a utilizar terrenos desocupados con objeto de formar unidades y complejos agroindustriales. Se trata de desarrollar al sector social en sus diversas formas de organización solidaria y de establecer nuevas empresas agropecuarias colectivas o cooperativas.

Un elemento indispensable para el éxito de estos programas es la planeación, la cual debe iniciarse con la investigación y experimentación científica y técnica de los suelos, climas, aguas, cultivos; también con la investigación y experimentación económica contando con la incorporación, entusiasmo y organización de los campesinos.

Aun cuando al principio la extensión de estas nuevas formas de organización sea lenta, los campesinos, al ver los buenos resultados de una adecuada planeación e impulsados por el sentido de emulación, serían los primeros interesados en la modernización del sector tradicional que tuviera viabilidad económica.

Otro factor clave es el campesino mismo, sin duda el elemento más importante como trabajador a quien hay que educar y capacitar en forma permanente y sistemática.

Un aspecto indispensable para organizar el trabajo es la politización de los campesinos, entendida en su más amplio sentido, no solo llevarles una mística sino explicarles e informarles el por que es necesaria su cooperación. Se dice que la falta de politización del campesinado ha sido la responsable de muchos fracasos en la organización para la producción.

Los cuadros medios pueden constituirse con los profesionales, técnicos y recién egresados de las escuelas e instituciones medias y superiores de agronomía, veterinaria, administración, economía agrícola e industrialización de alimentos y por los funcionarios de las agencias gubernamentales.

Estamos asimismo capacitados para determinar cual es la tecnología más adecuada para optimizar el uso de nuestro recursos naturales y las características de un mercado conocido, el de los alimentos básicos.

Es fundamental que en los cálculos costo-beneficio al dinero se le asigne el costo más bajo, pues en las condiciones actuales del mercado de capitales los cálculos para este sector resultarán desfavorables.

Vale la pena financiar la modernización de la agricultura tradicional a una tasa de interés muy baja, en vista del beneficio futuro que tendría que crear una infraestructura básica permanente como lo demuestra el éxito de muchos proyectos financiado por el FIRA (fondos instituidos en relación a la agricultura).

El transporte, la conservación comercialización e ndustrialización de los alimentos básicos requiere atender múltiples aspectos.

Cuando se habla de llevar la industria al campo no se piensa necesariamente en crear fabricas rurales, sino en convertir el cultivo y cría de animales en una actividad industrial, en el sentido de aplicar el conocimiento científico y técnico a la producción agropecuaria en gran escala, así como a todas las etapas sucesivas para llevar los alimentos a las mesas de los consumidores.

En la medida de lo posible es conveniente integrar estos procesos, ya que una buena parte del excedente económico se genera en las etapas posteriores al cultivo o cría de los animales.

Una empresa social integrada a la industria alimenticia fortalecería al sector agropecuario desde su base y generaría un numero de empleos mucho mayor del que puede ofrecer el campo en su sentido tradicional el enfoque integral aumentaría el ingreso rural y ayudaría a compensar la tras nacionalización de la industria alimenticia, ya que, desde la década de los 70´s, las corporaciones transnacionales se han ido apoderando de una actividad cuya tecnología es relativamente sencilla y que tiene un mercado asegurado y creciente.

No estamos proponiendo la nacionalización de la industria sino que se aproveche la flexibilidad del sistema de economía mixta, creando, en paralelo al sector comercial con todo el vigor y el apoyo del Estado ( que ya es muy fuerte), un sector de empresas sociales que escape a la tras nacionalización y permita el surgimiento de una industria alimenticia nacional para el consumo popular.

Si estas empresas, bajo en enfoque de integración propuesto, siguen una política de distribución del excedente y de reinversión para la continua acumulación y expansión del sector , digamos si el estado reinvierte el cien por ciento de su participación y los campesinos ejidatarios el 30 ó 40 porciento del suyo, quedaría asegurado el financiamiento de su equipamiento productivo y social con recursos propios.

Un sistema fiscal permitiría fortalecer a las autoridades locales y municipales cuando menos durante toda la etapa de modernización.

Bajo estos supuestos es concebible la expansión del sector social como la mejor opción para equilibrar la agricultura comercial y resolver muchos otros problemas provocados por el atraso en la agricultura tradicional.

Fuente: Apuntes de Producción Agroindustrial de la Unideg