Protección al consumidor

Sería ingenuo suponer que todos los hombres de negocios son altruistas y virtuosos. Gran parte de la legislación que protege al consumidor contra productos adulterados y dañinos ha sido de importancia para nuestro interés común.

La sola legislación sobre medicinas y alimentos nacionales y estatales, ha proporcionado protección en áreas en las cuales el consumidor está particularmente indefenso y en las que un número reducido de empresas sin escrúpulos pueden causar un gran daño.

Otro tipo de legislación, como la de Wool Products Labeling Act, da al consumidor la protección que él por sí mismo no puede conseguir, por más discriminante y vigilante que éste pueda ser.

Los hombres éticos en los negocios, generalmente reciben bien tal legislación, no sólo porque ella absorbe la protección que necesita el consumidor, sino porque también refrena las prácticas injustas de la competencia.

Sin embargo existen aquellos que creen que el consumidor necesita protección, no sólo de los males que no puede determinar o prever, sino que también necesita orientación para hacer valer su dinero.

Implícito en esta «Oh, pobre consumidor» forma de pensar, está el sentimiento de que el consumidor es víctima de la publicidad y de las promociones de ventas y está siendo, por lo tanto, envuelto para comprar más de lo que él necesita, para comprar mercancías que sólo degradan sus caprichos y para comprar artículos de baja calidad y de mal gusto.

Fuente: Apunte de la materia Psicología del Consumidor de la Unideg