Semiótica especifica

Las semióticas específicas se definen como «gramáticas» (es decir, un conjunto de reglas explícitas) de sistemas particulares de signos que admitimos como datos de observación.

La autonomía de esos sistemas, su cohesión y su independencia de los otros signos se impondrían a todo observador.

Así sería de las lenguas, del lenguaje de sordo mudos, de las señales camioneras, de los escudos.

U. Eco cuando trata los sistemas de signos, observa con justa razón que pueden ser más o menos rígidos, o más o menos flexibles.

Los sistemas «rígidos», como el de los semáforos o la estructura del sistema fonológico de una lengua, parecen más objetivables -por tanto, más fácilmente descriptibles en términos formales que los sistemas «flexibles», como por ejemplo la función narrativa en los cuentos de hadas rusos.

La hipótesis subyacente es que el conjunto de fenómenos considerados y aislados por este acto fundador posee una organización y articulaciones internas autónomas.

Un buen ejemplo de este enfoque es el «sistema de la moda» de R. Barthes en el que el campo estudiado está delimitado a priori a las producciones de los semanarios de moda (el «discurso de la moda»).

Para Eco, una semiótica específica puede aspirar a un estatus científico en la medida en que considere fenómenos «razonablemente» independientes de su observación y que concierna a objetos relativamente estables.

Habremos de observar que este criterio de independencia del fenómeno frente a la observación no podría constituir un criterio absoluto (puesto que, incluso esto, tampoco se verifica en las llamadas ciencias exactas) y que además, puede verificarse, quizás, de manera diferente pero siempre válida, en los casos de los fenómenos de significación.

El problema no es tanto el de la constitución de un objeto de conocimiento independiente de todo observador como el de la adjetivación de ciertas clases de fenómenos.

Consideramos, cómo René Thom, que «toda ciencia es el estudio de una fenomenología».

Cuando la fenomenología estudiada es aquel fenómeno que se produce cuando se sueltan ciertos objetos pesados (la caída de los cuerpos) y caen hacia el suelo, queda claro que su estudio científico queda concluido al anunciarse la ley de gravedad universal.

Cuando la fenomenología estudiada es aquel fenómeno que acontece cuando una cosa presente, percibida por un sujeto humano, produce la presencia en la mente de ese mismo sujeto de una cosa ausente del campo de su experiencia, el problema de la actitud científica frente a esta clase de fenómenos no es fundamentalmente diferente.

En efecto, en el primer caso se produjo un modelo que se resume en la fórmula que liga a los cuerpos pesados mediante la existencia de una fuerza que depende de sus masas respectivas y de la inversa del cuadrado de su distancia.

La aplicación de esta fórmula confiere a todo experimentador un poder de previsión que le asegurará el dominio completo de esta clase de fenómenos.

En el segundo caso, puede adoptarse una actitud semejante; sin embargo no podría plantearse a priori que la cientificidad deba conducir, como en el caso precedente, a un dominio completo.

Simplemente, es necesario considerar que un paso hacia el conocimiento y, en consecuencia, hacia un cierto dominio de estos fenómenos, se concreta desde que un modelo, que puede ser cualitativo, permite reducir lo arbitrario de su descripción.

Fuente: Apuntes de Semiótica de la U de Londres