Símbolo de la semiótica

Un símbolo supone siempre que la expresión elegida designa o formula lo más perfectamente posible, ciertos hechos relativamente desconocidos pero cuya existencia está establecida o parece necesaria.

Mientras que un símbolo está vivo, es la mejor expresión posible de un hecho; sólo está vivo mientras que está lleno de significado.

Un símbolo se caracteriza por la preeminencia de lo significable, es decir, del potencial indeterminado de significado del que es el representante, un indical por la del significado, un reflectal por la del signifiat.

Un texto o un artículo es, un reflectal, si no me enseña nada que yo no sepa ya, si no llega ni a sorprenderme, ni a emocionarme. Una carta es un indical en cuanto que me comunica una información que me incita a emprender una acción.

La forma genuina de signo o de representación y, en consecuencia, de terceridad, es un signo al que Peirce denomina símbolo. No tiene con el objeto una relación de similitud o de analogía en virtud de la cual pueda prescindir del objeto, como es el caso de los signos icónicos.

Tampoco se constituye como representamen en virtud de una mera reacción a un aspecto del objeto o a un determinado comportamiento del mismo.

El símbolo tiene respecto del objeto una genuina relación de representación que se resuelve con la participación relacional de los tres elementos de la tríada semiósica.

Para expresar esta relación en términos ya conocidos, puede decirse que un símbolo está por su objeto en cierto respecto o capacidad, que es el fundamento o ground del objeto, tal que crea un interpretante en la mente del intérprete.

Peirce distingue tres tipos de símbolos de acuerdo al modo en que dicho tipo de signos crea un interpretante en la mente de un intérprete.

– El primer tipo de símbolo es el término o rema. Este signo crea en la mente de un intérprete un interpretante que puede ser un ícono o un caso degenerado de índice.

Un ejemplo de término o rema es un predicado con su lugar de argumento abierto, tal como «___ es rojo». Aunque un rema es un símbolo no lo es en forma completa.

En virtud de esta completitud solamente puede excitar en la mente del intérprete un interpretante que, de acuerdo al ejemplo, puede ser una imagen de rojo o crear un interpretante reactivo basado en los sentimientos que surgen en la mente del intérprete.

En este último caso, el intérprete podría asociar el rojo con situaciones dolorosas o peligrosas y reaccionar consecuentemente. Debido a que el término o rema no produce un interpretante que sea a su vez un signo que represente a su objeto no puede asignársele un valor de verdad.

– El segundo tipo de símbolo es una proposición. El tipo de interpretante creado por la proposición en la mente del intérprete puede ser un índice o un signo genuino.

El intérprete puede reaccionar al signo proposicional o puede considerarlo de acuerdo a su conformidad con el aspecto del objeto que dicho signo representa. En este segundo caso, puede decirse que la proposición puede tener un valor de verdad.

– El tercer tipo de símbolo es el argumento. Lo que diferencia el argumento del término o rema y de la proposición es que la creación del interpretante no depende ni de los sentimientos ni de las reacciones que se suscitan en la mente del intérprete.

En el caso del argumento, las premisas llevan a la conclusión. Esta se concibe como el significado intentado en las premisas o, más específicamente, como el intepretante al cual está intencionalmente dirigida la formulación de las premisas.

El argumento, caracterizado desde la perspectiva de la mente del intérprete, es un proceso controlado en el cual el modo en que llegamos al interpretante (o conclusión del argumento) se hace explícito.

Este no es el caso de los términos o remas y de las proposiciones donde el modo en que se llega al interpretante depende del modo en que es interpretado, en forma más o menos espontánea, en la mente del intérprete.

Fuente: Apuntes de Semiótica de la U de Londres