Tierras de repartimiento en la época colonial

Para el sostenimiento de cada familia se asignaron tierras de labor que se repartían en parcelas y por eso se llamaban «de común repartimiento» o tierras de repartimiento.

La propiedad de todas estas tierras pertenecían a los pueblos y no a las personas particularmente consideradas; pero las familias se sucedían por generaciones en la posesión de ellas, y así, de hecho, constituían una especie de propiedad privada familiar.

Bienes realengos

Las tierras de la Nueva España que no eran de propiedad particular o de los pueblos de indios pertenecían a los reyes españoles y formaba los llamados bienes realengos, de los que siempre se podían desprender por medio de mercedes o de ventas.

La Iglesia Católica, única en España y sus dominios, no podía poseer bienes raíces (Cédula Real de 27 octubre de 1535). Pero, al margen de esta drástica disposición, por donaciones particulares y complacencia de las autoridades adquirió durante el virreinato gran número de propiedades urbanas y rústicas.

Con sus productos a tendía los gastos del culto y de las instituciones asistenciales de carácter educativo, hospitalario, etc. que sostenía.

La distribución de la propiedad territorial en la época colonial aparentemente era perfecta puesto que favorecía a todas las clases socialesLos conquistadores y colonos obtuvieron las tierras de mejor calidad y en grandes extensiones. Así nació el latifundio de la Nueva España.

En cambio a los indígenas sólo se les dieron tierras con suelos de mala calidad y de extensiones reducidas. Con el transcurso de los años, cada pueblo se vio rodeado de enormes propiedades privadas, aun cuando sus habitantes vivían en la pobreza sosteniéndose de los productos de sus exiguas posesiones y con el misérrimo salario que obtenían jóvenes y adultos en las haciendas de los españoles que aumentaban año con año.

Pronto ni los hacendados pudieron dar trabajo a todos los campesinos que lo solicitaban ni las tierras de que disponían los pueblos fueron suficientes para satisfacer sus más elementales necesidades. Así surgió el problema agrario de México.

La superficie de la Nueva España era enorme, sin límites difundidos, y en cambio la población no pasaba de seis millones de habitantes a fines de la época colonial.

Hablar del problema agrario en esas circunstancias parece absurdo, pero lo cierto es que el problema se presentó en las zonas superpobladas en donde la presión demográfica era más intensa y el número de los carentes de patrimonio y trabajo tendía a crecer.

Esta población pudo haber ocupado dichas regiones del país, pero ni el virreinato se preocupaba por llevar a cabo movilizaciones en masa de campesinos hacia esos lugares ni los indios paupérrimos, acostumbrados a una larga sumisión, tenían el espíritu aventurero y los recursos necesarios para emprender la colonización de lejanos territorios.

La miseria y los abusos de que era víctima la población indígena sembró la inquietud y el descontento en los campos de la Nueva España, hasta llegar a un punto crítico que determinó el movimiento de la independencia.

Fuente: Apuntes de Producción Agroindustrial de la Unideg