Adaptaciones al medio acuático y terrestre

Durante la evolución de la vida, animales y vegetales han ido ocupando espacios disponibles. No obstante, estos espacios imponían condiciones que limitaban su supervivencia. Las especies se han adaptado a esas condiciones formando otras nuevas y diversificando plantas y animales. Adaptaciones al medio acuático la vida surgió en las aguas, a salvo de las radiaciones que llegaban a la tierra. El medio acuático limitó las vías de desarrollo y evolución de los organismos.

Para no hundirse las formas vivientes adoptaron medios para contrarrestar, la fuerza de descenso (flotadores, paletas de sustentación, etc.).

Entre éstos, los tejidos aeríferos de plantas y las vejigas con gas propias de medusas, sifonóforos o peces. Otros organismos evolucionados, desarrollaron artilugios para desplazarse.

Surgieron los flagelos y cilios, así como ensanchamientos corporales para más superficie de sustentación y avance. El agua se opone al movimiento de los cuerpos y los animales adaptaron su forma para reducir esta resistencia.

Adaptaciones al medio aéreo y terrestre la falta de tuerza de empuje del agua, que compensa el peso corporal, impidió a los animales terrestres alcanzar más tamaño que los acuáticos.

En las plantas fue distinto, como no podían desplazarse sobre el terreno y, teniendo elementos de soporte no tuvieron ningún problema.

Sin embargo el aire en condiciones de máxima humedad, era un reto para el equilibrio hídrico. Las plantas recubrieron su cuerpo de cutículas impermeables y redujeron sus estomas; en casos extremos, como los desiertos las hojas se transformaron en espinas o en órganos de reserva de agua.

Los animales, ante la desecación engrosaron su piel y la impermeabilizaron, se recubrieron de caparazones o vivieron ligados al agua realizando parte de su vida en el exterior. A estas adaptaciones morfológicas sucedieron las fisiológicas, más importantes y que permitieron conquistar medios extremos.

Frente a cambios de temperatura las plantas redujeron sus hojas a agujas, y como las coníferas, a perderlas en el otoño. Las especies de alta montaña, como el edelweiss se recubrieron de una pilosidad que les protegía del frío.

Los animales adquirieron un pelaje denso y más grosor del tejido adiposo para aislarse del entorno. Algunos se ocultaron en invierno en cuevas, nutriéndose de reservas grasas, y otros se aletargaron.

En el desierto muchos animales descansaban de día y se activaban por la noche, además de cubrir sus necesidades hídricas y alimenticias. Algunas especies para no modificar su fisiología se trasladaron de un lugar a otro para disfrutar de condiciones favorables, como las aves migratorias. Los factores abióticos, como el viento, han conformado a los animales.

Las corrientes ascendientes del aire, han permitido la aparición de aves planeadoras, como los buitres, y los vientos y brisas de los océanos originaron animales ligeros y de gran envergadura, capaces de planear sin apenas consumir energía.

Forma biológica es el aspecto general, que un organismo adquiere durante su evolución al adaptarse al ambiente. Cabe distinguir, así, animales planctónicos, que flotan en el medio (agua o aire), los bentónicos del fondo de las aguas, los neustónicos, sobre su superficie y los nectónicos, que se desplazan por el agua.

Bajo la superficie del suelo viven los animales edáficos. Entre las plantas se clasifican diversas formas, destacando los terófitos (plantas anuales), los geófitos (plantas perennes con yemas subterráneas), los hidrófitos (plantas acuáticas), los hemicriptófítos (plantas con yemas al ras del suelo), los caneófitos (malas) y los fanerófitos (arbustos y árboles).