Autómatas antecedentes

El interés del ser humano por construir ingenios capaces de realizar de forma mecánica tareas que le son propias, ha sido constante a lo largo de la historia, tanto con la intención de liberarse de los trabajos más pesados y fatigosos como con la de emular a la naturaleza en cuanto a la forma y la función de los seres creados por ésta.  Uno de los ejemplos impresionantes y, además, paralelo, en cuanto a su base de partida ya su desarrollo, al seguido por la evolución desde las primitivas máquinas mecánicas.

Calcular hasta el ordenador, ha sido el seguido por los denominados autómatas.

Estos ingenios, abarcan desde el telar creado por Jacquard hasta todo tipo de máquinas, como por ejemplo las máquinas automáticas que expenden golosinas, refrescos, tabaco, etc. Entre los ingenios antiguos más relevantes, cuyos primeros ejemplares datan de la Grecia clásica, se encuentra toda una serie de relojes dotados de mecanismos capaces de reproducir los movimientos de los planetas que forman el sistema solar alrededor del astro rey y cuya construcción y funcionamiento servía para sustentar la idea de que la naturaleza era sólo un reloj construido por el creador que funcionaba de acuerdo con movimientos completamente regulares y predeterminados durante siglos y siglos.

Entre los teóricos de esta idea destaca Julien La Mettrie (17094751). En su obra El Hombre Mecánico (1748) formuló la idea de que el ser humano podía compararse con un mecanismo de relojería y, que por lo tanto los sentimientos y las pasiones, eran superfluos. Más tarde, el mecánico francés

Jacques Vaucanson (1709-1782) creó y construyó una serie de autómatas capaces de imitar ciertos procesos fisiológicos; entre ellos, un pato mecánico (Canard dígérateur) capaz de «comer», «digerir» y «evacuar» los restos de la digestión, un tambor y un flautista presentados ante la Academia Real delas Ciencias en 1738. Asimismo fue el autor del primer tipo de torno dotado de portaherramientas desplazable (1751).

Por Su parte, Jaquet-Droz (17524791) creó tres androides (autómatas con apariencia humana): una joven que tocaba el órgano, un joven que dibujaba y un escritor. Éste último impulsado por un mecanismo de relojería extremadamente complicado, moja la pluma en el tintero, la libera del exceso de tinta sacudiéndola, coloca una mano sobre el papel y, seguido, escribe con una caligrafía perfecta la famosa frase del filosofo y matemático francés R. Descartes «Pienso, luego existo».

En 1912, el ingeniero e inventor español Leonardo Torres Quevedo (1852-1936) construyó en la misma línea sus famosos  jugadores de ajedrez capaces de resolver determinados finales de partida entre torre y rey contra rey, y también, varias calculadoras.

Herederos de todos estos esfuerzos, nacieron con  posterioridad una pléyade de máquinas automáticas, los autómatas, aplicadas tanto ala exhibición como a la realización de funciones concretas, como las máquinas expendedoras antes mencionadas, que se han convertido en un elemento fundamental de la automatización de los procesos productivos y a los que en la actualidad se designa con el nombre de robots.

El nombre de robot procede del termino checo robota (trabajador, siervO) con el que el escritor Karel Capek designó, primero en su novela y tres años mas tarde en su obra teatral RUR (Los robots  universales de Rossum, 1920) a los androides, producidos en grandes cantidades y vendidos como mano de obra de bajo costo, que el sabio Rossum crea para liberar a la humanidad del trabajo. En la actualidad, el término se aplica a todos los ingenios mecánicos, accionados y controlados electrónicamente capaces de llevar a cabo secuencias simples que permiten realizar operaciones tales como carga y descarga, accionamiento de máquinas herramienta, operaciones de ensamblaje y soldadura, etc.

Hoy en día el desarrollo en este campo se dirige hacia la consecución de máquinas que sepan interactuar con el medio en el cual desarrollan su actividad (reconocimientos de formas, toma de decisiones, etc.).

La disciplina que se encarga del estudio y desarrollo de los robots es la robótica, una síntesis de la automática y la informática. La robótica se centro, en primer lugar, en el estudio y desarrollo de los robots de la llamada primera generación; es decir, incapaces de detectar los estímulos procedentes del entorno y limitados a las funciones con una secuencia predeterminada y fija.

Estos robots han dado paso a los que constituyen la segunda generación, capaces de desarrollar algún tipo de actividad sensorial. Los prototipos multisensoriales que interactúan en un grado muy elevado con el entorno se agrupan en la tercera generación. Para ello, la robótica se sirve de disciplinas como la mecánica, la microelectrónica y la informática, además de incorporar a los ingenios técnicas como el reconocimiento y análisis digital de las imágenes, el desarrollo de sistemas sensoriales, etc.

El creciente desarrollo de los robots y su constante perfeccionamiento ha hecho que cada día se apliquen en mayor medida a los procesos industriales en sustitución de la mano de obra humana. Dicho proceso, que se inició hacia 1970, recibe el nombre de robotización y ha dado lugar a la construcción de plantas de montaje (p. ej., de automóviles) parcial o completamente robotizadas, calculándose que para 1990 habrá en todo el mundo unos 100.000 robots industriales en servicio. Este proceso conlleva, según sus detractores, la destrucción masiva de puestos de trabajo, mientras que para sus defensores supone la satisfacción de necesidades socioeconómicas de la población y lleva aparejado un aumento muy considerable de la productividad.