Comunicación escrita pictográfica

Pensemos en el horizonte cultural del espectador del paleolítico y del neolítico; cuando el arte apenas surgía y cuando las cualidades de creador y espectador se fundían en la misma persona.

El artista era admirado por su familia o tribu, los medios de vida y comunicación no permitían más. El arte se circunscribía a formas todavía elementales de consumo local o familiar.

Que el sentido estético sea inherente en los más, con independencias de su rango intelectual, queda claramente demostrado por un examen del arte de los pueblos primitivos.

El arte realizado hace miles de años presenta rasgos de carácter simbólico y naturalista. En cierto sentido para el hombre primitivo que vivía a la intemperie, con poca seguridad, el arte le permitía crear objetos que escapan a la arbitrariedad de la vida.

El artista decide elaborar algo sólido, formar un espacio, transmitir o expresar una emoción: “Se ha convertido en un orden, una unidad, una formula equivalente a su emoción.”

El arte del paleolítico es un arte figurativo y naturalista que nace con sus propias leyes, explica la ansiedad y la angustia del hombre de esa época por la sobre vivencia, vinculada a la génesis natural del nacimiento de lo sagrado y la fe puesta en los dioses primigenios.

Volición instintiva, actos rituales, danza, chamanismo y los primeros diseños del dibujo humano en cuevas ocultas y de difícil acceso. Sacralización de la naturaleza, dibujo y color paradisíacos.

Nacen así las primeras representaciones sobre objetos de piedra dando pie a los primeros signos dibujísticos ideográficos, dando al arte del dibujo una virtud simbólica.

Las primeras representaciones geométricas y figurativas de tipo utilitario generan el descubrimiento de la forma funcional.

El hombre primitivo no distingue conscientemente entre los diferentes tipos de simbolización, sino que los funde todos en la magia y el mito; las “fuerzas” buenas y malas son asociadas con todas las cosas. Es decir, el ambiente puede considerarse realmente constituido por objetos hostiles y amigables.

El hombre primitivo nunca es indiferente con respecto a su ambiente y, por tanto, él concreta su ambiente “sintético” en símbolos relativamente difusos que son expresados a través de la magia y el ritual.

Fuente: Apuntes de Semiótica de la U de Londres