El concepto de verdad

El origen de la palabra verdad tiene su raíz etimológica del griego en el término a1lh´qeia (alétheia) cuyo significado es desocultamiento. El vocablo verdad en sí mismo tiene referencia más inmediata en la palabra latina veritas. A continuación exploraremos el concepto de verdad que realizan algunos filósofos para aproximarnos a una comprensión más completa de esta compleja palabra.

El concepto de verdad según Hans George Gadamer. La desocultación del ente se produce en la sinceridad del lenguaje. Es la razón misma de las cosas la que se representa y comunica en un modo específico del discurso. Este modo se llama enunciado, proposición o juicio. El juicio se caracteriza frente a todos los otros modos de discurso por la pretensión de ser verdadero, de revelar un ente tal como es. [La palabra auténtica tiene su orientación clara hacia la verdad. Gadamer expone este mismo sentido en su conceptualización de la verdad: a través de la palabra es posible definir la realidad tal cual es]. Verdad es desocultación. Dejar estar lo desocultado, hacerlo patente, es el sentido del discurso.

El concepto de verdad según Johannes Hessen. No es bastante que nuestros juicios sean verdaderos, necesitamos la certeza de que lo son. La verdad del conocimiento consiste en la concordancia del contenido del pensamiento con el objeto. Designamos esta concepción como el concepto trascendente de la verdad. [En su dimensión ética], la verdad es la concordancia del pensamiento consigo mismo. Un juicio es verdadero cuando está formado con arreglo a las leyes y a las normas del pensamiento. La verdad significa, según esto, algo puramente formal; coincide con la corrección lógica. Esta concepción de la verdad que nos ofrece Hessen nos permite comprender la verdad desde dos perspectivas: una objetiva y otra subjetiva, sin excluirse mutuamente. La visión objetiva nos proporciona el encuentro del pensamiento con la realidad, con el fin de obtener una versión fidedigna de la misma. Mientras la visión subjetiva significa la vigilancia ética del pensamiento para abolir la arbitrariedad en la visión objetiva.

Nuestro conocimiento está y estará en relación con los objetos; basta admitir que entre el contenido del pensamiento y el objeto existe una coordinación, una relación regular. Los contenidos de nuestro pensamiento no son reproducciones, sino más bien “símbolos de las propiedades transubjetivas”. El conocimiento representa una relación entre un sujeto y un objeto que ha resultado sostenible. Pero con este concepto del conocimiento queda justificado también, en principio, el concepto de la verdad que tiene la conciencia natural. Para ésta es esencial la relación del contenido del pensamiento con el objeto. Esta relación no significa, empero, una reproducción, sino una coordinación regular, y aquí es donde la concepción natural sufre una corrección. [Para el criterio de la verdad no basta por mismo que exista la adecuación del sujeto con el objeto, pues esto se produce en cualquier tipo de conocimiento que puede ser no verdadero, sino que existe un sujeto que pueda discernir la veracidad de ese conocimiento que estamos percibiendo en la realidad.

El concepto de verdad según Karl Popper. Podemos distinguir entre los siguientes tres mundos o universos: primero, el mundo de los objetos físicos o de los estados físicos [realismo]; segundo, el mundo de los estados de conciencia, o estados mentales o, quizá, de las disposiciones conductuales para actuar [idealismo]; y tercero, el mundo de los contenidos objetivos del pensamiento, especialmente el de los pensamientos científico, poético y el de las obras de arte.

Aunque el significado de “conocimiento”, como el de todas las palabras, no es importante, sí importa para distinguir entre diferentes sentidos o acepciones de esta palabra:

1. El conocimiento subjetivo, que consiste en ciertas disposiciones innatas para actuar, y en sus modificaciones adquiridas.
2. El conocimiento objetivo; por ejemplo, el conocimiento científico, que consiste en teorías conjeturales, problemas abiertos, situaciones problemáticas y argumentos.

Todo trabajo, en ciencia, es trabajo dirigido hacia el desarrollo del conocimiento objetivo. Y como la ciencia tiene que ver con la verdad, entonces podemos decir que la verdad se construye por medio de teorías conjeturales, problemas y con argumentos. Para Tarski la utilización libre de la idea intuitiva de la verdad consiste en la correspondencia con los hechos.

Es erróneo el dogma tan difundido de que una teoría satisfactoria de la verdad tendría que ser una teoría de creencia verídica, de creencia bien fundamentada o racional. Ciertamente, las tres rivales de la teoría de la correspondencia de la verdad —la teoría de la coherencia, que confunde la consistencia con la verdad [no es suficiente que la argumentación sea coherente para ser verdadera, sino que es necesario que explique los fenómenos de la realidad de una manera objetiva; en todo caso, cualquier tipo de discurso coherente sería verdadero], la teoría de la evidencia, que confunde “lo que se sabe ser verdad con la “verdad” [esta teoría cae en la falacia de considerar al sentido común, incluso, como verdadero; no obstante lo que proyecta, precisamente, la verdad es el continuo cuestionamiento al conocimiento existente], y la teoría pragmática o instrumentalista, que confunde lo útil con lo verdadero— son teorías subjetivistas (o “epistémicas”).

Son subjetivistas en el sentido de que surgen de la posición subjetivista fundamental que puede concebir el conocimiento sólo como una especie de estado mental, o como una disposición, o como una clase especial de creencia, caracterizada, por ejemplo, por su historia o por sus relaciones con otras creencias. [Es una posición definida enteramente por el sujeto, sin la intervención de la realidad; es decir, no hay referencia objetiva del conocimiento].

La teoría objetivista de la verdad nos lleva a tener una actitud muy diferente. Esto puede comprobarse con el hecho de que nos permite expresar aseveraciones como la siguiente: una teoría puede ser verdadera aunque nadie crea en ella, y aunque no tengamos razones de peso para aceptarla o para creer que es verdadera; y otra teoría puede ser falsa, aunque tengamos comparativamente buenas razones para aceptarla. Caso contrario a la teoría subjetivista, esta teoría no toma en cuenta al sujeto, como ente dotado de razón, sino que se concibe únicamente a partir de la realidad.

Una tercera corriente, a la que se adhiere Popper, es la de los verificacionistas o justificacionistas del conocimiento y los falsacionistas o filósofos críticos del conocimiento, llamada: los irracionalistas o los escépticos. Lo que no puede ser derribado por la crítica es inmerecedor de considerar seriamente; en tanto que lo que puede derribarse por la crítica y se resiste a todos nuestros esfuerzos de crítica para hacerlo, posiblemente, sea falso, pero que en todo caso no carece de méritos para tomarlo en cuenta, y quizá merezca que lo creamos, si bien sólo tentativamente. La racionalidad de la ciencia no radica en su hábito de recurrir a la evidencia empírica para apoyar sus dogmas, sino sólo en el enfoque crítico.

Por tanto, para nosotros la ciencia no tiene nada que ver con la búsqueda de la certeza, o de la probabilidad o la confiabilidad; sólo nos interesa criticar la teoría y ponerla a prueba, con la esperanza de descubrir en qué nos hemos equivocado. Esto sustenta que la ciencia constituya la búsqueda de la verdad. Sólo la idea de la verdad es la que nos permite hablar sensatamente de errores y de crítica racionalista, y la que hace posible la discusión racionalista: es decir, la discusión crítica en busca de errores, con el serio propósito de eliminar tantos de ellos como podamos, para acercarnos más a la verdad.

El concepto de verdad según Eduardo Nicol. Sin expresión no hay verdad. Y el camino de la ciencia se emprende desde la verdad. La verdad es el reconocimiento del ser. Decimos el re-conocimiento, porque esta operación implica una reiterada aprehensión del mismo objeto por el mismo sujeto; pero implica sobre todo una aprehensión del mismo objeto por dos sujetos diferentes. La simple indicación muda del objeto, antes de su conceptuación, contiene ya una verdad, es un germen prelógico de la verdad lógica. El objeto señalado se hace patente a los dos sujetos mediante el gesto; este común re-conocimiento de algo real y presente es una forma de posesión del ser. [Significa que la identificación de un objeto por dos sujetos (como comunidad) constituye una verdad antes de su conceptualización porque significa una aprehensión de su ser (su esencia)].

La verdad es la manifestación del ser. La simple presencia de un ente es, pues, la materia de la más fundamental de las verdades. Basta decir “esto” para que se establezca el vínculo de entendimiento entre los interlocutores, mediante la común referencia al objeto. Cuando se dice “esta mesa” el objeto ya ha sido conceptuado y clasificado.

Todo concepto es un juicio concentrado, comprimido o abreviado. Y por esto, toda representación simbólica sustantiva es onto-lógica; es un logos sobre el ser, en el cual se manifiesta la clase de ser a que pertenece lo significado: mesa, árbol, hombre, número, virtud, lo que sea. El concepto es pensado, es obra o producto de un sujeto pensante. La verdad está ya en el concepto. Esto quiere decir que toda verdad, incluso la verdad concentrada del concepto, manifiesta una realidad compartida dialógicamente.

[La verdad es más firme en cuanto sea más representativa del objeto]. Pues es un hecho que la objetividad (referente al objeto) no se consigue en una relación gnoseológica del sujeto con el objeto. La objetivación trasciende la esfera subjetiva individual: objetivar es manifestar o hacer patente un ser, en su realidad propia, independientemente de quien la conoce, y ésta es una operación simbólica, que quiere decir lógico-dialógica. La verdad es objetiva porque es intersubjetiva [relación entre sujetos]. La verdad es común porque es comunicable.

Fuente: Teoría del conocimiento de la facultad de contaduría y administración, UNAM.