El oficio del diseñador

En el transcurso del siglo veinte, la función del diseño evolucionó de manera considerable de una serie de cánones racionalistas, que por lo general derivaban en vanguardias resultantes de la transformación social y el impacto de una industria creciente, a una alineación con el ámbito del mercado, haciendo resaltar su verdadera capacidad sígnica en aras de una mejor labor de intercambio, en la mayoría de los casos.

El diseño pasó de unas cuantas verdades que la arquitectura –en principio– infundaba como absolutas a una maleabilidad cada vez más práctica, en la que la función del diseñador consiste precisamente en potencializar su propuesta en términos comunicativos.

Sin embargo, el hecho de que el diseño como disciplina se haya integrado a la dinámica de mercado que actualmente vivimos, no implica que los diseñadores mantengan una postura pasiva frente a la realidad y los cambios que ocurren.

Por una parte, ellos mismo han enriquecido su labor al integrar toda una gama de elementos tecnológicos a sus proyectos, lo que ha propiciado ya sea una adecuación constante (eficiencia) o bien una hipertrofia de la innovación formal (diseñismo), dos polos completamente opuestos, lo que pone de manifiesto cierta indiferencia ideológica del diseñador –incluso– frente a su propio trabajo.

El diseño, al confluir en una dinámica de mercado, no se aparta de ninguna manera de la naturaleza misma de comunicar, ya que su propósito es el de crear el lenguaje apropiado al caso que tenga en manos, con la mayor profesionalidad posible, satisfaciendo al máximo las necesidades de su cliente.

No se trata de manipular el mensaje que le fue entregado sino de multiplicar sus capacidadescomunicativas en términos formales. En este sentido, un buen diseñador, no puede darse el lujo de aislarse en una visión mera y particular de las cosas, sino que debe procurar cierta crítica y reflexión en función de sus propios proyectos.

Es decir, el diseñador debería sentir una atracción mucho más fuerte por el acto de comunicar que por la herramienta que lo auxilia. Lo cual no siempre sucede.

En tanto que el cuerpo de la comunicación comprende una serie de teorías que nos permiten, a groso modo, explicar el entendimiento entre los seres humanos, se considera una ciencia, o bien, un conjunto de ciencias.

Adscrito a éste, se encuentra la mercadotecnia, un conjunto de técnicas que nos permiten llevar a cabo funciones de intercambio en forma conveniente. El diseño gráfico, en cambio, no es una ciencia ni consiste en una serie de formulaciones.

Tampoco es un arte ni mucho menos una tecnología de carácter científico. El diseño gráfico es –en todo caso– un conjunto de habilidades heterogéneas, cuya práctica lleva al aprendiz al dominio de la técnica y a la solución de casos múltiples, disímiles uno del otro, y por tal debe ser comprendido como un oficio.

Un oficio que cualifica la producción, el intercambio y los procesos en los cuales nos desenvolvemos.

Sin embargo, a la fecha, no muchos profesionales suelen asumir esta posición, razón por la cual su propia producción se halla inmersa en una desviación ya sea de carácter artístico o tecnológico. Desvinculada, por ende, de alguna función comunicativa puntual. En sí mismo, el diseño gráfico no es ni estilo ni método puro, ni arte ni retórica, es como ya se había mencionado, un oficio.

En su libro El Oficio de Diseñar, Norberto Chávez propone cinco ideas fundamentales para el aprendizaje un oficio, en este caso, el del diseñador gráfico, las cuales conviene revisar.

1. Un oficio sólo se aprende ejerciéndolo. En este primer punto, el autor asevera que el único modelo eficaz de aprendizaje es el artesanal, ya que cada técnica y cada instrumento se encuentran unidos al trabajo en concreto; se comprende y aprehende en función de sus efectos transformadores.

El maestro, en este caso, debe señalar los obstáculos, logros y avances en la labor de su aprendiz.

2. Aprender un oficio es apropiarse de una herencia artesanal. Ningún oficio se construye desde la nada ni es la expresión de las habilidades latentes del individuo.

El diseño gráfico se aprende a partir de los saberes acumulados a lo largo del tiempo y para ello es necesario conocer, reconocer y manejar el patrimonio en cuanto a técnicas y estilos, tanto absolutos como relativos, entre ellos los recursos iconográficos, las normas de composición y las vanguardias gráficas, por citar sólo algunos.

3.La calidad de un trabajo se mide por la utilidad de sus productos. La crítica y la verificación hechas a una propuesta de diseño son primordiales en la labor de aprendizaje, ya que a partir de ellas es posible comprender porqué las cosas salen bien o mal, así como la manera de corregirlas o perfeccionarlas.

De igual forma, es importante que cada propuesta sea sometida a pruebas de alta similitud con el hecho real, para avanzar en el camino de la experiencia.

4. Para prestar un buen servicio, es necesario comprender la necesidad que lo motiva. El diseñador gráfico debe contar con vocación y sensibilidad comunicativa, de tal modo que comprenda el hecho que genera su propuesta antes de llevarla a cabo, antecediendo así el contenido a la forma. Aspecto que ampliará sus horizontes a la hora de la realización.

5. Quien sabe su oficio sabe el valor exacto de las obras propias y ajenas.

En este último punto, el autor hace referencia a la habilidad del diseñador para reconocer la calidad de una propuesta y asentar los fundamentos de su propia valoración. Habilidad que se desarrolla a través del ejercicio y el análisis crítico constante.