La líbido

En 1912 Jung publicó sus ideas relativas en la libido en sus libros «Transformación y símbolos de la libido» y «La psicología del inconsciente», obras que marcaban sus diferencias y ruptura con Freud.

La libido suponía la totalidad de la energía psíquica indiferenciada, de manera similar al «elan vital» de Henri Bergson. La energía general de la vida, que subyace a los procesos físicos y mentales del hombre constituye su libido. La conducta humana no está determinada por la libido sexual de Freud, ni por la compensación del sentimiento de inferioridad de Adler.

Solo existe la «energía vital indiferenciada» que como fuerza motriz de la conducta puede adoptar la forma de persecución del placer sexual, lucha por la superioridad, la creación artística u otros fines.

La finalidad de la energía vital es fundamentalmente proporcionar la conservación y la continuidad de la especie humana. Una vez satisfechas las necesidades de supervivencia de origen biológico, la energía vital puede ser canalizada hacia otros fines como las producciones culturales o creativas del sujeto.

El «principio de los opuestos» o dialéctica interna de la psique, rige la actividad de la libido, es la ley inherente a la actividad humana.

La mente es un sistema que se autorregula en base a la lucha entre tendencias opuestas. Existe una función reguladora de los opuestos llamada «Enantiodromía» (entropía) que para Jung es la ley fundamental y a la base de todo el funcionamiento psicológico.

Este principio de la entropía fue descubierto por el filósofo griego Heráclito, al que Jung estudió profundamente, y llega hasta Hegel en su dialéctica. La energía psíquica es el resultado de una lucha entre actividades opuestas, consciente versus inconsciente, el calor frente al frío, etc.

Cuanto mayor es el conflicto y la oposición entre los opuestos, mayor es la energía liberada. La energía mental además sigue el principio de conservación o «equivalencia» que establece que la falta o ausencia de energía en una región psíquica se hará presente en otra área o actividad mental.

Otra ley relacionada es la «entropía» que establece que si una parte de la mente o la personalidad se haya cargada de una gran cantidad de libido y otra con poca cantidad, esta irá de la primera a la segunda.

Cuando en la mente existe un equilibrio entre la energía de sus regiones, estando las fuerzas opuestas equilibradas, hay un movimiento de «progresión» suave de la actividad psíquica desde los niveles inconscientes a los más conscientes, experimentando el sujeto un sentimiento de bienestar y felicidad llamado «sentimiento vital». El desequilibrio produciría un proceso contrario de «regresión» y malestar subjetivo.

En este caso la actividad inconsciente invade las capas de la conciencia en explosiones afectivas difíciles de manejar y asimilar. El movimiento regresivo supone un fallo de la regulación consciente ya sea por un exceso de represión o no atención suficiente para captar y simbolizar los procesos inconscientes en marcha, se produce una intensificación de los contenidos inconscientes personales y/o colectivos.

Esto puede llevar a la neurosis, si opera un exceso de la represión o de la psicosis si se interrumpe la regulación consciente e irrumpen los simbolismos arcaicos del inconsciente colectivo. El movimiento regresivo puede tener sin embargo aspectos positivos si el sujeto intenta reajustar su armonía de la entropía reintegrando los aspectos inconscientes que han surgido en esta experiencia, como parece que vivió el mismo Jung al observar sus propios sueños y profecías espontáneas sobre la primera guerra mundial.

El gran problema de la psicología para Jung, es la reintegración de los contrarios, siguiendo la ley de la termodinámica de la entropía, cual proceso «alquímico». En su libro «Psicología y alquimia» (1944) se ocupa, entre otros temas de como integrar el mal (Satán), asimilandolo en la «experiencia numinosa».

El conflicto interior de la psique y de las experiencias humanas como actividades de esta, entre el consciente versus el inconsciente, el bien frente al mal de las religiosas, y otros conflictos humanos, solo puede ser superado integrando los opuestos.

Integrando la psique inconsciente con la consciente, especialmente atendiendo a los mensajes del inconsciente colectivo, se logra esa experiencia (numinosa) de asimilación entre los opuestos. Los opuestos representan el drama humano, drama que tiene su raíz y su solución en los mensajes de la libido del inconsciente colectivo.

El principio de los opuestos posibilita la comprensión de toda forma de vida como una lucha de fuerza antagónicas (Rubino, 1995). Las grandes cosmovisiones de la humanidad se basan en este principio: la lucha del bien contra el mal, el Ying y el Yang, lo masculino frente a lo femenino, lo consciente versus lo inconsciente, la alquimia y su filosofía hermética, etc.

La libido expresa este principio de los opuestos, y es regulada por el mismo. La energía vital de la libido contiene un potencial de mensajes para el propio sujeto que le aportan soluciones para los problemas vitales, problemas que ya vivieron otras generaciones y que se encuentran en los arquetipos del inconsciente colectivo.

Fuente: Apuntes Análisis del discurso visual de la U de Londres