Leyes de la narración

Según Hanlet, la unidad y el movimiento son las leyes fundamentales de acción de las que se derivan todas las demás:

1. La unidad de la narración se consigue con la búsqueda del punto , ta, es decir, el centro de interés de las ideas y de los hechos. Al igual en la descripción, el punto de vista nos servirá de guía para seleccionar : las útiles serán conservadas; las inútiles, rechazadas. Esta es, en esencia la ley de la utilidad.

Unas veces, el centro de interés de la narración será el personaje; otras, la acción central; en ocasiones atraerá nuestra atención un objeto del material; otras veces, será un problema moral el nudo fundamental de acción.

Los detalles útiles, es decir, conformes con el punto de vista, habrá que s entre los elementos de la narración; éste es el trabajo que los autores llaman invención o búsqueda de ideas.

No se olvide que una narración de actores, acción, circunstancias de lugar y tiempo, causas o móviles hechos, modo o manera de ejecución, resultado y juicio (implícito o ) de tales hechos. (Recuérdese lo dicho en la lección 54 al referirnos seis preguntas-clave de la información).

2. Pero la narración no es una construcción fija, sino algo qué se mueve, que camina, que se desarrolla y transforma. Este movimiento progresivo está do por la ley del interés. Porque narrar es contar una cosa (un hecho o ceso) con habilidad, de tal modo que se mantenga constantemente la atención del lector.

Ahora bien, ¿cómo se logra el interés?, ¿cómo se mantiene la atención?

He aquí un pequeño «intríngulis» que descansa en tres principios fundamentales; arrancar bien, no explicar demasiado y terminar… sin terminar rotundamente.

a) Arrancar bien significa que el principio -el buen comienzo– es esencial en toda narración. Evítense los principios blandos, explicativos, lentos, se, desde la primera línea, un hecho, una idea, una escena o un dato significativos, que atraigan la atención del lector.

La «exposición» -escribe Albalat- debe ser lo más rápida posible; abreviar los preliminares, ir de grano, entrar rápidamente en materia, sacrificar lo inútil y desdeñar los preámbulos. Procurar la do inflar el tono, no prometer demasiado. Cicerón dice que la exposición debe brotar del asunto de su tallo.

b) No explicar demasiado, porque una narración no debe confundirse nunca con una información ni con un comentario. En el reportaje informativo se. debe descubrir todo; en la narración – según Schoeckel-hay que «descubrir a medias un objeto nuevo». No lo descubramos del todo porque muere la curiosidad.

Narrar, pues, no es explicar, sino sugerir, es decir, explicar a medias para que el lector colabore con el autor en la comprensión de la tesis que se le muestra en el relato.

c) Terminar sin terminar rotundamente; es decir, que la buena narración no debe tener un final definitivo, seco, matemático. Es más bello, más artístico, el final indeterminado, impreciso, un tanto vago.

En nuestra vida nada acaba de golpe y porrazo; todos los episodios de nuestra existencia acaban sin » acabar, y en ocasiones, esos finales son el principio de otro episodio. La vida, en suma, es una cadena, cuyos episodios o trances, son a modo de eslabones. Ni siquiera la muerte es un final definitivo.

Además, conviene dejar al lector un tanto en suspenso para que él, con su imaginación, colabore con el autor en la construcción definitiva del final inconcuso.

Fuente: Apunte de Comunicación escrita de la U de Londres.