Martin Heidegger

Estudió teología católica, y luego filosofía en la Universidad de Friburgo de Brisgovia, donde fue alumno de Husserl, el fundador de la fenomenología.

Comenzó su actividad docente en Friburgo en 1915, para luego enseñar durante un período (1923-28) en Marburgo. Retornó a Friburgo en ese último año, ya como Profesor de Filosofía Influyó muy especialmente en la obra de la filósofa Hannah Arendt.

El estilo didáctico y escritural de Heidegger en Ser y Tiempo, influyó en el estilo que utiliza Jean – Paul Sartre en El Ser y La Nada, e incluso en el de Jacques Lacan cuando redacta sus «Escritos».

Ahora bien, la obra de Heidegger aborda, al tratar problemas ontológicos, también problemas de tipo semiótico; es de este modo que influye directamente en los hermenéuticos: Paul Ricoeur, Rüdiger Bubner y Hans-Georg Gadamer.

Períodos de su obra

La obra de Heidegger suele entenderse como separada en dos períodos distintos, por lo que es habitual hablar de dos etapas o momentos en su pensamiento:

– Momento en que se sirve de la analítica existencial como instrumento o «prolegómeno» para una nueva metafísica.

– Un segundo periodo en el que, como el propio autor señala, concibe su pensamiento como el desarrollo de una «historia del ser». El objetivo fundamental de esta «historia del ser» radica en la comprensión de los vínculos entre el desarrollo de la cuestión del ser en la filosofía y la historia de Occidente.

En consecuencia, en ambos períodos hay un mismo objetivo unificador: la elaboración de un nuevo concepto de «ser» («Sein»).

El primero viene marcado por su principal obra, Ser y tiempo (1927), en que hace un estudio de la existencia humana en el que confluyen tres tradiciones filosóficas:

Historicismo (Dilthey), Irracionalismo (Kierkegaard) y Fenomenología (Husserl).

En la segunda etapa de su pensamiento, el filósofo estudia la historia de la metafísica como proceso de olvido del ser, desde Platón, y como caída inevitable en el nihilismo (cuando se piensa el ente tan sólo, éste termina por aparecer vacío).

De esta época son especialmente interesantes las obras en que revisa la historia de la Filosofía, a través de las que irá af lorando una «nueva metafísica» que, en realidad, ya estaba en germen en Ser y tiempo, sólo que allí permaneció oculta entre los diversos y penetrantes análisis sobe el hombre entendido como Dasein – ser – ahí –, que llevó a cabo.

Obras

Sein und Zeit – Ser y Tiempo –, ha sido traducida al castellano por el filósofo español —discípulo de José Ortega y Gasset—, José Gaos (Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1951) y por el filósofochileno —discípulo de Xavier Zubiri—, Jorge Eduardo Rivera Cruchaga (Ed. Universitaria, Santiago de Chile, 1997.

Esta versión fue reeditada por la Ed. Trotta de Madrid en 2003). En Ser y tiempo, pese a ser una obra que quedó incompleta, Heidegger plantea ideas centrales de todo su pensamiento.

En ella, el autor parte del presupuesto de que la tarea de la filosofía consiste en determinar plena y completamente el sentido del ser, no de los entes, entendiendo por «ser» (aunque la definición de este concepto ocupa toda la obra del autor, y es en cierto sentido imposible), en general, aquello que instala y mantiene a los entes concretos en su entidad.

En la comprensión heideggeriana, el hombre es el ente privilegiado al que interrogar por el ser, pues sólo a él «le va» su propio ser, es decir, mantiene una específica relación de reconocimiento con él.

La forma específica de ser que corresponde al hombre es el «ser-ahí» (Dasein), en cuant o se halla en cada caso abocado al mundo, lo cual define al «ser-ahí» como «ser-en-el-mundo» (Gaos) o «estar-en-el-mundo» (Rivera).

La distinción de la filosofía moderna, desde Descartes, entre un sujeto encerrado en sí mismo que se enfrenta a un mundo totalmente ajeno es inconsistente para Heidegger: el ser del hombre se define por su relación con el mundo, que es además práctica («ser-a-la-mano») antes que teórica («ser ante-los-ojos»).

Estas categorías le sirven para comprender por dónde pasa la diferencia entre una vida auténtica, que reconozca el carácter de «caída» que tiene la existencia, es decir, la imposibilidad de dominar su fundamento (el ser), y una vida inauténtica o enajenada, que olvide el ser en nombre de los entes concretos.

La dimensión temporal del ser, en cuanto proyecto del «ser- ahí» y enfrentamiento a la muerte (el ser-ahí es también «ser-para-la-muerte»), sería el otro gran olvido de la filosofía clásica. El esfuerzo de Heidegger por pensar el ser como relación de los entes en el tiempo está en la base del posterior movimiento hermenéutico.

Fuente: Apuntes Análisis del discurso visual de la U de Londres