Oficio, profesión y vocación científica

El nexo entre estos dos aspectos se puede tratar desde diversos enfoques:

– la enseñanza de la ciencia misma;
– la preparación de una actitud correcta ante la ciencia a través de la educación;
– y como la formación de un espíritu inquisitivo, base de toda investigación científica.

Hoy en día, la ciencia no se puede enseñar en cuanto tal. Se ha desarrollado y especializado de tal modo que ya no se concibe como en el Renacimiento: “resulta imposible, en el momento actual, pensar en un hombre de ciencia que, al estilo de los hombres del Renacimiento o los enciclopedistas, tenga capacidad suficiente para abarcar la totalidad de los complejos campos de la actividad científica.

Por ello, la educación no puede tender a ‘enseñar’ la ciencia a los educandos como si ésta pudiera ser un objeto que se transmite mediante procesos de carácter pedagógico. Lo más importante que subyace en la ciencia es su capacidad para poner en cuestión los conocimientos tenidos como válidos, formular por consecuencia nuevos problemas a partir de los antiguos”.

Precisamente ésa es la dinámica científica: partir de lo “conocido” para llegar a lo “desconocido” –poner en predicamento lo anterior, lo dado como válido–, o viceversa (pues se plantea teóricamente como posible).

La ciencia, pues, aspira crear objetos nuevos, conocimientos capaces de establecer relaciones inusitadas, “antes no advertidas de la naturaleza o la sociedad”. Por ello, la actitud científica conlleva la duda, el descubrimiento, la creación de conocimientos, teorías y leyes.

Así, uno de los objetivos de la educación profesional, en cualquier área, debe ser fomentar la actitud científica, no formar científicos. Lo anterior implica hacer que los estudiantes sean capaces de formular problemas de su propio ámbito profesional y de otras áreas, establecer conexiones entre fenómenos diversos, encontrar la similitud en la diferencia y señalar la desemejanza en la unidad.

En consecuencia, la preparación profesional no consiste solamente en disponer a los estudiantes para que “reciban” la ciencia y la tecnología, sino también, y principalmente, en fomentar en ellos esa “actitud inquisitiva”, sustento de la investigación en cualquier ciencia, natural o social. Reiteramos, no se trata de formar científicos, sino profesionales en sus áreas, creativos, capaces de proponer y reinventar.

Para que esta relación entre ciencia y profesión sea posible, se deben crear las condiciones tecnológicas, formativas y “políticas” idóneas, en el sentido amplio de la palabra: “. Lo que se trata de generar es, precisamente, un espíritu de orden inquisitivo que posibilite la creación posterior de la propia ciencia. Generar tal espíritu, a través de la educación, sólo es posible en el sentido de crear las condiciones generales para su desarrollo y aplicación.

Por otra parte, el nexo ciencia-profesión nos conduce a plantear la correspondencia tecnología-profesión, que puede entenderse desde estas perspectivas:

1. Como contenido tecnológico de un programa o plan educativo.

Comprende las materias y programas de estudio específicamente tecnológicos. En este apartado, consideramos el campo educativo de las ingenierías y estudios propedéuticos orientados en este sentido.

2. Como recursos tecnológicos auxiliares en la enseñanza de un contenido educativo cualquiera.

Abarca, por una parte, diversos objetos producidos por la tecnología que intervienen en múltiples situaciones del proceso enseñanza-aprendizaje; y por otra, a lo que se ha venido constituyendo como tecnología educativa o educacional.

3. Como problema a tratar a manera de área específica, en un contexto educativo o de investigación, desde la perspectiva de otras disciplinas.

Indica las conexiones interdisciplinarias entre la tecnología y otras áreas profesionales o “metadisciplinarias”. Por ejemplo, podemos mencionar la incidencia tecnológica en la economía, o en la filosofía, como tema de reflexión.

4. Como ámbito para captar la relación teoría-práctica (razón-acción) propia del ingrediente científico-tecnológico de la cultura contemporánea.

Éste es el “punto de giro respecto al cual se desplegarán los objetivos educacionales correspondientes”.

Fuente: Teoría del conocimiento de la facultad de contaduría y administración, UNAM.