Parásitos

Los protozoarios son seres más evolucionados que las bacterias, sin embargo, también son unicelulares. Tienen la particularidad de que se pueden «enquistar», o sea, formar una capa protectora, similar a las esporas de los hongos, y así evitan que las defensas del cuerpo humano los destruyan.

Los protozoarios invaden la pared del intestino, y se pasan de ahí a la sangre, donde se reproducen y ocasionan lesiones en órganos como el hígado y el cerebro. La enfermedad más conocida de todas éstas es la amibiasis.

Las lombrices normalmente no deben estar en el intestino, sin embargo, cuando llegan se empiezan a reproducir en forma muy rápida, y expulsan huevecillos microscópicos en el excremento, en cantidades de hasta millones en una sola evacuación. Cuando estos huevecillos llegan al intestino de otro ser vivo, maduran y forman larvas adultas y, en algunos casos, son tal cantidad que producen obstrucción intestinal, apendicitis o peritonitis.

Por otro lado, la mayoría se alimenta de nuestra propia comida, que llega al intestino y la consumen antes de que sea absorbida, por lo que dicha comida no nos nutre. Por eso, los pacientes con estos parásitos están muy débiles y son presa fácil de otras enfermedades. Los ejemplos más frecuentes de estas enfermedades son: triquinosis, teniasis o solitaria, cisticercosis (que es una variante de la solitaria, pero más dañina), oxiuriasis (gusanos pequeños blancos) y ascaridiasis (gusanos largos de color oscuro).

Fuente: Apuntes de Higiene y seguridad industrial de la Unideg.