Periodo de las reformas borbónicas de Carlos II, 1750-1888

Carlos III (1759-1788) se realizaron los más ambiciosos proyectos del «despotismo ilustrado». Dichos proyectos de dividen en dos etapas: la primera de febril actividad reformadora que concluye en 1766 y la segunda, con matices más moderados, que finaliza con la muerte del monarca en 1788. Durante la primera etapa, Carlos III estableció normas jurídicas para restringir las facultades de la iglesia católica, tales como la prohibición para publicar cualquier documento pontificio en el imperio Español.

Sin la previa autorización del monarca; la limitación del derecho de asilo en las iglesias y las restricciones a la inmunidad personal de los clérigos. Contra el poder de la nobleza, estableció la obligatoriedad del pago de impuestos y se iniciaron los ataques al sistema de mayorazgo.

Estas reformas afectaron intereses de la poderosa iglesia católica y de la nobleza, los cuales aprovecharon el tradicionalismo de los sectores populares para promover una violenta revuelta en Madrid en el año de 1766 que obligó a Carlos III y sus consejeros, provenientes la mayoría de ellos de estratos sociales ajenos tanto a la aristocracia como a la iglesia, a detener el acelerado ritmo de las reformas para realizarlas con mayor prudencia.

Tras realizar una investigación del motín popular de 1766, los funcionarios del monarca emitieron un informe donde hacían responsables a los «jesuítas» de instigar a la población a la revuelta. Por lo cual el monarca decreta la expulsión de la influyente orden de España y de sus colonias el 27 de febrero de 1767, expropiando sus bienes.

El proceso de reformas de Carlos III continuó, entre ellas destacan la creación de nuevas secretarías de Estado y una Junta de Estado; la colaboración de la burguesía para modernizar los sistemas agrícolas, ganaderos e industriales; la supresión de aduanas interiores; la fundación de un banco nacional y, por último, la reformulación de planes y programas de estudio de las Universidades españolas para que se admitieran y divulgaran las ideas de la Ilustración.

Con la finalidad de aplicar las reformas de manera sistemática en la Nueva España, Carlos III nombró dos visitadores. El primero de ellos fue Juan de Villalba quien arribó al puerto de Veracruz en 1764 con el objetivo de crear un ejército regular que estuviera a las órdenes directas del Rey, conformado fundamentalmente por criollos.

El segundo fue José de Gálvez, que llegó a la Nueva España en julio de 1765 con la finalidad de investigar el funcionamiento de la administración pública para detectar sus rezagos y plantear soluciones que la hicieran más eficiente, así como articular los mecanismos para obtener dinero que financiara a la corona, sin crear impuestos impopulares.

El visitador Gálvez con la colaboración del Virrey Carlos Francisco de Croix, realizó la expulsión de la «Compañía de Jesús» de la Nueva España en 1767; también la represión contra las revueltas populares que surgieron por el destierro de dicha orden religiosa, principalmente en el norte del territorio.

Durante su visita general entre 1765 a 1771, Gálvez logró que las rentas de la hacienda pública de la Nueva España se reincorporaran a la finanzas del monarca; monopolizó la producción y distribución de mercancías muy solicitadas, tales como el tabaco, los naipes y el licor; combatió el contrabando y los monopolios comerciales ajenos a la corona; reorganizó la administración pública en todos sus niveles, dotándola de un cuerpo de funcionarios profesionales ligados a los intereses de la corona.

Después de su regreso a la metrópoli, en 1772, el visitador malagueño José de Gálvez propuso al rey varias reformas para la modernización de la administración pública de la Nueva España.

Entre estas innovaciones destacan la modernización de la minería; la suspensión del sistema de alcaldes mayores y corregidores con la finalidad de dividir la administración en intendencias ligadas directamente al monarca y por último, la creación de un gobierno y de una comandancia general en el norte de la Nueva España con el fin de detener la constante amenaza por parte de ingleses, colonos angloamericanos y rusos de apropiarse de ese territorio. Tales innovaciones se realizaron poco a poco durante los siguientes años.

Tras la muerte de Carlos III, subió al trono Carlos IV con quien se verían continuadas las reformas del monarca anterior. En 1804 obligó a la iglesia novohispana a prestar grandes cantidades de dinero a la corona para sostener los conflictos armados que España entabló a principios del siglo XIX.

Esta medida no solamente afectó a la iglesia, sino a muchos mineros, agricultores y ganaderos que se encontraban ligados al sector externo de la economía y que dependían de los préstamos que recibían del clero para impulsar su actividad productiva.

Si bien la realización de las reformas borbónicas ocasionó un importante desarrollo económico en la Nueva España del cual se beneficiaron aquellos grupos sociales ligados de manera directa con la corona, tales como peninsulares que ocupaban los más altos puestos dentro de la estructura de la administración pública; la milicia y la iglesia así como los sectores de la economía extema, también las reformas de la dinastía de los Borbones rompió en las últimas dos décadas del siglo XVIII con la estabilización socioeconómica que se había iniciado en la sociedad novohispana a finales del siglo XVII y desenvuelto durante la mayor parte del siglo XVIII, acentuando y haciendo más evidentes las enormes desigualdades socioeconómicas existentes. Fueron los criollos y mestizos, que ocupaban los sectores intermedios de la pirámide social, los grupos que más resintieron dicha desestabilización económica.