Proceso estructural interno

Objetivo. El primer paso se produce en el pensamiento M escritor cuando surge en él la intención de escribir, como resultado de algún móvil. Llevado esto al plano voluntario, nace la decisión de hacerlo. Responde tal acto, obviamente, a la pregunta ¿Para qué? ; la contestación constituye el objetivo.

Y la fijación de ese objetivo es la iniciación del verdadero proceso estructural del escrito. Su contenido puede ser: informar, comentar, analizar, preguntar, responder, ofrecer, ordenar, recomendar, pedir, exhortar, recordar, guiar, formalizar, aclarar, autorizar, convencer, persuadir, comprar, vender, enseñar, atraer, entretener, atacar, defenderse, expresar emociones o sentimientos, criticar, agradecer, invitar, mover a la acción, sugerir, alentar, prevenir, moralizar, deleitar y cuantos motivos puedan llevar al hombre a expresarse por escrito, dentro de su frondosa actividad.

Destinatario. Junto con el objetivo, ya ha sido resuelta también en la mente del autor la segunda interrogante: ¿Para quién? El destinatario del escrito puede ser en contados casos el mismo escritor, aunque lo más común es que sea otra persona o un conjunto de ellas.

En este «para quién se escribe» radica la mayor exigencia en cuanto a la «entrega de sí» que debe realizar el redactor: origina el despojo del yo en homenaje al usted, que es el lector. Requiere un conocimiento psicológico, aunque sea elemental.

Asunto. En forma más o menos simultánea con la determinación del objetivo y destinatario, se plantea una tercera interrogante: ¿Sobre qué ha de escribirse? Se realiza aquí la elección del asunto o contenido del escrito, que implica temas generales y subtemas.

Así, un objetivo cualquiera (por ejemplo, «informar») puede cumplirse con referencia a diversos asuntos, tales como sucesos, trámites, emociones, reflexiones, acontecimientos complejos, hechos imaginarios, etcétera.

Y dentro de un asunto, como «un suceso callejero», los temas pueden ser: personajes, vehículos, lugar, tiempo, circunstancias, causas, consecuencias, etcétera.

Los subtemas, a su vez, pueden contener diversos enfoques marginales, tales como observaciones psicológicas, sociológicas, políticas, económicas, morales y otras.

El asunto es la parte medular de cualquier escrito. En algunos especialmente como los periodísticos y literarios condiciona los demás elementos estructurales: el escritor tiene en su mente un asunto y determina para qué público y con qué objetivos lo va a verter en el papel; además, elige los elementos, la ordenación y las formas expresivas más adecuadas para la presentación de ese contenido.

Selección. Para que el proceso mental de la creación del escrito esté completo, es preciso realizar una selección del material que acude a la mente, en ocasiones muy nutrido.

No siempre se puede ni se debe emplear todo lo que se posee sobre un asunto. La pregunta guía de este paso es:

¿Cuál material?

El sentido crítico tiene aquí un buen campo de acción para decidir sobre el valor de ese material, con el fin de emplear lo útil y desechar lo mediano o inservible.

Jerarquización. Una vez seleccionados los elementos que habrán de usarse, resta sólo aplicarles una escala de valoración: la Jerarquización.

La pregunta es: ¿De qué importancia?

De esta manera, con un concepto claro del fin que lo lleva a escribir para determinados lectores y del material de que dispone perfectamente clasificado, el escritor estará en condiciones de materializar su obra.

Fuente: Apunte de Comunicación escrita de la U de Londres