Reflejo

La etología estudia el comportamiento de los seres vivos, es decir su forma de reaccionar ante las señales o estímulos que recibe de su ambiente. Las reacciones más sencillas ante un estímulo consisten en tropismos (fototropismo, geotropismo en las plantas), taxis (orientación o desplazamiento respecto al estímulo) y reflejos, caracterizados por movimientos simples involuntarios, realizados de modo inconsciente.

El comportamiento propiamente dicho es propio de los animales y en particular de los animales más evolucionados; en éstos, el estímulo es captado por los órganos de los sentidos, que lo hacen llegar al sistema nervioso y hormonal, con lo que se desencadena una serie de mecanismos fisiológicos que conforman la respuesta adecuada.

El reflejo

Todos los modelos de respuesta son resultado de la interacción de la herencia y del ambiente. Algunas respuestas son en gran parte heredadas y otras son en gran parte aprendidas, pero todas contienen elementos genéticos y no genéticos.

La respuesta más simple es el reflejo monosináptico (reflejo simple), en el que intervienen una neurona aferente y eferente y una sola sinapsis: es el caso de la elevación de la pierna -en el humano- al ser golpeado el tendón de la rodilla cuando se mantiene la pierna flexionada y suspendida libremente.

Pero la mayoría de los reflejos son polisinápticos y tienen una o más interneuronas entre las vías sensoriales y motoras. Los reflejos  asociados se combinan para producir un efecto armónico que puede modificarse o inhibirse mediante interneuronas que se extienden o a otras regiones del cordón nervioso o del encéfalo.

En cambio los reflejos en cadena actúan en una secuencia, de tal modo que la respuesta de uno es el estímulo del siguiente. Mediante aprendizaje se puede  lograr que un reflejo se produzca como respuesta a un estímulo distinto del que normalmente lo determina.

Es  lo que Pavlov denominó reflejo condicionado, tras comprobar que se podía inducir la secreción salival en un perro mediante el sonido de una campana, sin ofrecerle alimento alguno, siempre y cuando antes se hubiera hecho sonar la campana cada vez que se daba comida al perro en repetidas ocasiones anteriores, ya que el reflejo de la secreción salival sólo se desencadena en el animal a la vista del alimento cuando no interviene ningún tipo de aprendizaje o condicionamiento.

Muchas actividades rutinarias, en particular de las personas, se convierten en hábitos, pues son determinadas por estímulos particulares sin la intervención de la regulación consciente; es el caso del vestirse, que se aprende primero como un acto consciente, pero se va convirtiendo en un hábito y con el tiempo se convierte en una serie de reflejos condicionados en cadena, principalmente automáticos, aunque no invariables (es posible distraerse).