Tipos de sensibilidad

La sensibilidad química: Para detectar elementos químicos en el medio exterior o en el interior de su cuerpo, los animales disponen de células sensibles a esos estímulos. Los receptores internos (interoceptores) informan al organismo de la composición química que hay en sus tejidos, por ejemplo el exceso de algún elemento en la sangre, para poder compensarlo o corregirlo. Los receptores exteriores (exteroceptores) desempeñan varias funciones (orientación, encuentro con congéneres, búsqueda de alimento etc.).

El desarrollo de cada tipo de receptores es variable y guarda relación con el medio en que se desenvuelve el animal y su tipo de vida. En invertebrados de cuerpo blando los sentidos del gusto y del olfato se disponen en el interior del cuerpo. Los insectos han desarrollado órganos de gran sensibilidad como los machos de las mariposas, que detectan a una hembra a kilómetros de distancia por las sustancias químicas que produce. Los peces disponen de quimioceptores sensibles, sobre todo en especies migradoras.

Algunas aves como palomas mensajeras, encuentran su destino con ayuda del olfato, y en mamíferos los órganos del gusto y del olfato alcanzan gran desarrollo, formados por epitelio cubierto de un número variable de células sensibles y en el interior de las cavidades bucal y nasal. Los reptiles disponen del órgano de Jacobson, cavidad sensible en el techo de la boca a la que el animal lleva moléculas del medio con ayuda de su lengua.

Sensibilidad térmica: Todos los animales disponen de receptores sensibles a la temperatura (termoceptores) se conoce poco su funcionamiento. Son muy importantes y desarrollados en animales homeotermos (de sangre caliente) para el proceso de termorregulación, pues reacciona a los cambios de temperatura del medio y mantiene constante la de su interior con ayuda de mecanismos auxiliares (sudor, jadeo, superficies grandes de ventilación, etc.).

La sensibilidad luminosa: Consiste en la transformación de un pigmento que se produce al absorber luz. La reacción química provoca un impulso eléctrico que se trasmite al órgano encargado del control de la visión. De manera análoga en las escala zoológica, variando la precisión y el número de células receptoras.

En protozoos aparece una mancha pigmentada sensible a la luz, mientras que en invertebrados se forma una capa de células sensibles (retina) conectadas a un nervio aparente y cubiertas de una membrana protectora. Esta ultima evoluciona hasta el cristalino del ojo de los calamares o vertebrados y la retina se invagina hasta formar una cavidad, dotándose de medios auxiliares que aumentan su eficiencia.

La sensibilidad eléctrica y mecánica: Es una forma especial observada sobre todo en peces y les sirve de orientación. Las células receptoras se sitúan en la línea lateral del cuerpo. Los mecanoceptores se activan por deformación. Los más sencillos son terminaciones nerviosas libres de la epidermis, que forman un sentido del tacto. Los sensores de la presión actúan por transmisión de esta a un receptor a través de una membrana.

El órgano de equilibrio en invertebrados, consiste en una cavidad recubierta de mecanoceptores y un elemento mineral en el centro cuyos movimientos activan unos u otros receptores. En los vertebrados este sentido va unido al de la audición en un órgano, el oído. Su funcionamiento es la transmisión de una vibración a una membrana, que la transforma en variaciones de presión. Éstas activan mecanorreceptores que transmiten la información al cerebro.