Caída de México Tenochtitlan
La batalla de la noche triste estrechó aún más los vínculos entre españoles y tlaxcaltecas, lo que animó a Cortés a preparar una campaña militar cuyo objetivo final sería la toma de la capital mexica. Fue a principios de 1521 cuando se avanzó de forma decisiva hacia el Valle de México. Un nuevo cuartel general quedó establecido en la región de Tetzcoco. Desde este lugar se emprendieron distintos movimientos de penetración que fueron dejando bajo control de los españoles, los señoríos existentes en las riberas de los lagos.
Fue así como la ciudad de México-Tenochtitlan quedó cercada y aislada. Los tlaxcaltecas junto con aquellos señoríos ya dominados por los hispanos (señoríos que, en su mayor parte, habían sido antiguos tributarios de los mexicas) luchaban al lado de los españoles.
La capital mexica se empezaban a resentir los efectos del aislamiento. Cada vez era más difícil llevar a la ciudad alimentos para satisfacer las necesidades de la población.
Además, los españoles cerraron el acueducto de Chapultepec, que abastecía de agua limpia a los mexicas, y durante la estancia de los españoles en la ciudad, uno de los soldados de Cortés, enfermó de viruela, produciéndose una epidemia.
El sucesor de Moctezuma, Cuitláhuac, murió a causa de la viruela y fue entonces cuando se eligió a Cuauhtérnoc para hacerse cargo del gobierno y defensa de la ciudad.
Pedro de Alvarado y Cristóbal de Olid, entre otros capitanes, consumaron el asalto sobre la capital mexica.
Alvarado penetró con sus tropas por las varias calzadas, logrando introducirse a la ciudad. Heroica en grado sumo fue la resistencia que opuso a los invasores la población mexica.
La ocupación de la ciudad concluyó el 13 de agosto de 1521, fecha en que asimismo fue hecho prisionero el tlatoani Cuauhtémoc.
Su captura ocurrió cuando se dirigía en una canoa a las zonas ribereñas con el propósito de continuar allá la lucha.
Los invasores se dedicaron a saquear la ciudad, arrebatando a los vencidos cuanto objeto de valor habían conservado
De esta manera finalizaron los días de México-Tenochtitlan.
Su conquista permitió a los españoles adueñarse de un centro que había ejercido hegemonía en lo político, lo económico y lo cultural, sobre un numeroso conjunto de pueblos localizados tanto en el Altiplano como en otras regiones fuera de él.