Características de los seres vivos
A excepción de los virus, todos los seres vivos están formados por una o varias células, que son las unidades básicas, estructurales y funcionales, de toda materia viva. Los organismos unicelulares constan de una sola célula, aunque muy compleja, mientras el resto de los seres vivos están formados por numerosas células especializadas que se agrupan para formar tejidos y órganos con diversos grados de diferenciación. Esta característica de los seres vivos recibe el nombre de organización específica.
Todos los seres vivos nacen de otro ser vivo, crecen, se reproducen y mueren. La reproducción es otra capacidad indispensable para la existencia de vida, pudiendo tener lugar de una forma vegetativa o asexual, o bien mediante la producción de células especializadas llamadas gametos que se unen para formar el cigoto u óvulo fecundado (reproducción sexual).
Pero reproducirse no es únicamente producir un nuevo individuo; este tiene que crecer y desarrollarse hasta alcanzar la madurez 0 estado adulto para poder a su vez reproducir nuevos descendientes, y además, este crecimiento y desarrollo implica una capacidad de adaptación a las condiciones cambiantes del medio en que vive el individuo.
Por último la supervivencia se hace posible gracias a la herencia cuando una especie ve amenazada su existencia por cambios sustanciales en el medio; el material genético de los descendientes originados por reproducción sexual varia entre un individuo y otro, de forma que sólo sobreviven y se reproducen los más aptos en un proceso evolutivo en el que se combinan selección natural y adaptación.
La vida también implica un consumo de energía y de los materiales básicos que componen el cuerpo de los individuos, para lo cual todo ser vivo tiene que nutrirse y metabolizar los alimentos adecuados.
El metabolismo es una actividad química del organismo que empieza con la incorporación de nutrientes, su transformación en materia viva y de reserva de energía y termina con la degradación, liberación de energía y eliminación de los productos de desecho.
Por último, la materia inerte carece de sensibilidad o capacidad que tienen los seres vivos para reaccionar frente a los estímulos o cambios producidos en el ambiente externo o interno.
La irritabilidad de los vegetales es menos explicita que la que presentan los animales superiores, dotados de un complejo sistema nervioso que coordina movimientos, secreciones y múltiples manifestaciones de la sensibilidad, pero no por ello las plantas carecen de comportamiento.
La mimosa sensitiva, por ejemplo, pliega sus hojas cuando es irritada, así como la maranta las pliega de noche, lo que recibe el nombre de «movimiento de sueño» o nictinastia; otras plantas se estiran hacia el sol al mismo tiempo que sus raíces van en busca del suelo y sus zarcillos se enredan como látigos en torno a los objetos que tocan; en otras la flor sigue mediante una lenta torsión del tallo la ruta aparente del sol en el firmamento como si se tratara de un movimiento de radar.
La mayoría de estas reacciones sensibles de las plantas están bajo el control de hormonas vegetales, sales como las auxinas, giberelinas, citocininas y ácido abscísico.