Clases de discurso según Aristóteles
Aristóteles distingue tres clases de medios para persuadir, a saber:
a) por el discurso;
b) por el carácter del orador y;
c) por las pasiones que mueve al auditorio.
De tal manera la retórica no es, en exclusividad, un arte lógico sino que también pertenece, por sus recursos y materias que trata, a la política, a la ética, tomada a ésta última en sentido general.
El aspecto pragmático, comuni cativo del arte retórico surge así con fuerza y pone en relación sus tres elementos básicos: el orador, el discurso y el auditorio.
La retórica es conocimiento pero también actividad, como se destacó en la noción de arte, y es actividad en razón de los temas sobre lo que versa este arte.
Estos corresponden a un aspecto de la discusión de la ética que concierne a los asuntos públicos, organizados según el género de la retórica, compuesto por la demostrativa, la virtud, el vicio, lo noble; la deliberativa, se ocupa de la legislación, de la paz, de la guerra, etc; y la forense: de la injusticia y sus causas y la ley como criterio de justicia.
Pero la persuasión se realiza por el lenguaje, por el discurso, de ahí que éste último aspecto completa la retórica aristotélica. Aristóteles denomina elocutio (lexiz), a la parte de la retórica relativa a la construcción del discurso.
De poco sirve saber qué decir si no se conoce el modo de decirlo, así se lee al comienzo del libro III de la Retórica: «no basta saber lo que hay que decir, sino que es necesario también dominar cómo hay que decir esto, lo cual tiene mucha importancia para que el discurso parezca apropiado».
Y esto guarda relación con lo que se dijo del arte como un hábito productivo, «trae algo a la existencia». La retórica trae a la existencia el discurso que persuade, el discurso como pieza artística dotado de cierto estilo y gracia para captar a quien lo escucha o lee.
La retórica es «arte del uso de la palabra», la «materia» de este arte es el lenguaje en su dimensión comunicativa. Aquí el arte retórico se vuelve sobre la palabra, el lenguaje, para elaborar las oraciones, los giros, las expresiones, es decir, una construcción textual que manifieste de la mejor manera posible el tema de la oratoria.
A lo largo del libro III Aristóteles perfila su teoría del discurso, al que vincula con la Poética. Pero a diferencia de esta última la retórica no tiene como fin el deleite, el disfrute, o el «éxtasis» estético.
El lenguaje retórico se tensa hacia la persuasión, no a su superación, no persigue el goce que puede producir el lenguaje que se recrea en sí mismo. Todo ello sin dejar de reconocer que la elocutio plantea el aspecto más artítisco de la retórica, puesto que apela a la sensibilidad estética del auditorio a fin de que éste preste atención al tema expuesto por el orador.
Con esto último queda configurada en grande rasgos, la retórica aristotélica. Este recorrido, aunque breve, deja en claro el carácter cognoscitivo que tiene la retórica en Aristóteles como arte argumentativo cuyo ámbito es lo ve rosímil, lo que puede ser de otra manera, propio del ámbito de las acciones.
Se trata, en definitiva, de «una retórica de ideas», expresión a la querecurre Guy Bouchard, para distinguirla de «una retórica de palabras», aquélla que acentúa el aspecto elocutivo.
Retórica que, como técnica del argumentar hace uso de los más variados recursos, lógicos, afectivos y lingüísticos, y que pone al descubierto, en consecuencia, resortes sintácticos, semánticos y pragmático del discurso.
Fuente: Apuntes Análisis del discurso visual de la U de Londres