Crisis y decadencia del imperio romano
En el siglo III terminaron las conquistas: el potente ejército imperial perdió su antigua fuerza. Por lo anterior las fronteras quedaron indefensas frente a la amenaza de los pueblos germanos. A finales de ese siglo la situación se tornó caótica. Las constantes invasiones de los pueblos bárbaros; las rutas de comunicación quedaron interrumpidas; y el hambre y la miseria causaron estragos en la población.
El imperio se fue despoblando a causa de la inseguridad, el hambre y las epidemias.
La vida urbana entró en decadencia: los artesanos abandonaron su trabajo y las ciudades, buscando seguridad y trabajo en las fincas de propietarios grandes. Los emperadores de esta época murieron a causa de sublevaciones.
La restauración: Diocleciano y Constantino
A finales del siglo III fue elegido emperador Diocieciano. Al percatarse que existían tres graves problemas para gobernar, ideó el sistema de la Tetrarquía con el fin de detener el avance de los pueblos bárbaros y reorganizar el imperio. De esta manera se designaron dos emperadores que tenían el título de «Augusto»; y cada uno nombró a un colaborador, quien recibió el título de «César».
El imperio Romano quedó dividido en dos partes, donde la máxima autoridad estaba en manos de un Augusto asistido por un César. Durante estos años se contuvieron las invasiones, se reorganizó la hacienda, la justicia y la administración.
A la muerte de Diocleciano (primeros años del siglo IV), se reanudó la lucha por el poder. Ésta finalizó cuando Constantino fue reconocido como único emperador. Durante su gobierno promulgó el Edicto de Milán, por medio del cual se concedió la libertad de practicar públicamente la religión cristiana. Más tarde durante el gobierno de Teodosio, el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Estado Romano.
Decadencia y fin del imperio Romano
Los breves reinados de Publio Helvio Pertinax (193) y Didio Severo Juliano fueron seguidos por el de Lucio Septimio Severo (193-211), primer emperador de la breve dinastía de los Severos. Los emperadores de este linaje fueron: Caracalla (211-217), Publio Septimio Geta, Heliogábalo (218-222) y Severo Alejandro (222-235). Septimio Severo fue un hábil gobernante; Caracalla fue famoso por su brutalidad y Heliogábalo por su corrupción. Caracalla otorgó en el año 212 la ciudadanía romana a todos los hombres libres del Imperio romano a fin de poder gravarlos con los impuestos a los que sólo estaban sometidos los ciudadanos. Severo Alejandro destacó por su justicia y sabiduría.
El Imperio de oriente logró defenderse y mantenerse unido mil años más, con el nombre de bizantino. La invasión de los pueblos bárbaros terminó con el imperio romano occidental y abrió una nueva etapa conocida con el nombre de Edad Media.