Ecosistemas de agua dulce

Las aguas dulces son más variables en cuanto a temperatura, contenido en oxígeno y sales, penetración de la luz, turbidez y movimiento. Los hábitats dulceacuícolas tienen una sucesión mucho más rápida que la de otras regiones de la biosfera; los nutrientes vegetales tienden a acumularse en muchos cuerpos de agua dulce, lo que da origen a cambios sucesionales; la acumulación de limos hace que el cuerpo de agua se vuelva cada vez menos profundo.

Es más tibio e iluminado; el crecimiento vegetal se ve favorecido por todos estos factores.

En última instancia, el resultado es el establecimiento de una comunidad terrestre: las lagunas se convierten en pantanos y éstos se secan y se convierten en tierras firmes; los arroyos erosionan sus taludes y cambian de curso.

Hay dos tipos principales de hábitats dulceacuícolas: aguas corrientes (ríos, arroyos, manantiales) y aguas quietas (lagos, lagunas, ciénagas, pantanos y turberas).

De forma análoga a las aguas oceánicas, un cuerpo de aguas quietas se puede dividir en una zona ribereña (aguas inmediatas a la ribera), una zona limnética (aguas superficiales lejanas de la ribera) y una zona profunda (aguas por debajo de la zona limnética).

En los  regiones templadas, el agua experimenta una circulación debido a diferencias de temperatura y ala acción del viento. En primavera y otoño esta circulación afecta a todas las profundidades, pero en verano solamente circula la porción superior, situada por encima de un plano definido o termoclina, límite superior de la zona fría, pobre en oxígeno y estancada, habitada por pocos animales.

Las aguas corrientes se diferencian en tres aspectos de las aguas quietas: la corriente es un factor de control y limitación; el intercambio entre la tierra y el agua es considerable; el oxígeno suele ser abundante (en ausencia de contaminación).