El Aborto
El resultado de la falta de una contracepción adecuada conduce a menudo a una de las situaciones más conflictivas para la mujer: decidir entre tener un hijo no deseado o abortar. A pesar de que la interrupción voluntaria del embarazo ha existido siempre, sigue siendo, aún hoy en día, un tema extraordinariamente polémico. En los países en que se considera como algo ilegal y penalizable, los abortos se realizan de forma clandestina con todos los riesgos que ello supone tanto para la mujer como para quienes lo practican.
Como ocurre en casi todos los aspectos de la vida, tales riesgos son mucho más importantes cuanto más bajo es el nivel socioeconómico de la mujer. Las técnicas abortivas varían en función del tiempo de embarazo, siendo mucho más inocuas cuanto más corto es éste.
Antes de las 12 semanas se utiliza el método de aspiración por vacío para succionar el contenido de la matriz. Este tipo de aborto se realiza con anestesia local y puede hacerse de forma ambulatoria a partir de las trece semanas después de la última regla. Si el aborto se decide entre las semanas 13 y 16, entonces es necesario dilatar el cuello de la matriz antes de proceder al aspirado del contenido uterino; en este caso se recomienda una breve hospitalización, ya que a veces se hace con anestesia general y, por otra parte, existe cierto riesgo de perforación del útero o de infecciones.
Entre las 16 y 24 semanas después de la última regla, el feto es ya demasiado grande para ser extraído por aspiración; en estos casos se puede practicar una pequeña cesárea, si bien lo más aconsejable es provocar el parto a fin de que el feto sea expulsado por su vía natural. Para ello se utilizan soluciones salinas hipertónicas o también unas sustancias llamadas prostaglandinas que, inyectadas en el líquido amniótico que rodea al feto, provocan unas contracciones en el útero como las que ocurren en un parto natural.
Respecto a las repercusiones emocionales del aborto, se ha dicho a menudo que la mayoría de mujeres quedan traumatizadas y que algunas, al tener que pasar por este trance, pueden quedar afectadas para el resto de su vida. Las investigaciones realizadas sobre este tema han demostrado claramente que las cosas no son así.
Si la mujer no padece problemas psicológicos, lo más probable es que se sienta menos angustiada después del aborto que antes, sobre todo si está convencida de su decisión. Lo que ocurre es que tal decisión no siempre es fácil ya que suele hallarse mediatizada por una serie de factores como son las presiones sociales, a veces la actitud del padre de la criatura y el deseo de la propia mujer de tener un hijo a pesar de comprender que en aquellos momentos no es posible. Todos los estudios coinciden en que lo fundamental es que, una vez tomada la decisión, no se lo replantee y que se vea apoyada por los que la rodean.