El arte y el diseño gráfico
El artista gráfico, en el sentido más amplio del término, es sobre todo un «inventor de imágenes» que dibuja obedeciendo a sus propios impulsos interiores y trata de comunicarlos a través de un lenguaje informativo y gestual. Su vocabulario, extraído de las fuentes de un medio en constante evolución y revolución y almacenado en la memoria en los misterios del inconsciente, aparece erráticamente en respuesta a las necesidades externas y tomando las formas emocionales de su mundo imaginario.
Enfrentado a los numerosos problemas de la promoción comercial, se ve necesariamente sometido a un juego en que su propia sensibilidad tiene que permanecer a un lado la mayor parte del tiempo, en pos del motivo comercial por el cual ha sido contratado; los criterios de «, comunicación directa, rentabilidad y efectividad tomando en cuenta a un público muy diverso tendrán que ser prioridades, sin olvidar que la significadora imagen que propong:l además de ser nueva deberá sorprender.
Las múltiples corrientes estéticas que caracterizan nuestro tiempo, las múltiples tendencias que coinciden o chocan entre sí en los campos del arte – arquitectura, escultura, pintura, música, cine – , este caudal de diversos valores crea un clima espiritual que condiciona en forma estricta a los creadores de las llamadas artes «aplicadas«.
No es necesario demostrar esto: la influencia de Toulouse-Lautrec y Fernand Léger, Georges Braque y Picasso, entre otros, en todas las formas de expresión (en especial, el afiche) sigue presenté en los medios en la actualidad.
Por el contrario, como en un «juego de espejos«, el uso de elementos publicitarios específicos sirve como soporte y pretexto para proclamar una expresión pictórica reinventada (Warhol, Rotella, Schwitters, Wesselmann y otros). Ya en 1916-17,
Marcel Duchamp produjo la cartelera «Apolinere Enameled» con la intención de una relación ambigua entre objeto y sujeto. Por consiguiente, el hecho de que el arte libre ejerce incontables influencias e interferencias en la producción total de los artistas especializados en la gráfica resulta inegable. ¿Quién cuestionaría esto?
Personalmente, no puedo dejar de reconocer todo el interés que pudo darme este inmenso capital. Primero como estudiante dedicado y apasionado, luego como novato y finalmente como profesional en contacto con realidades desconcertantes; arte y comercio formando una dupla en perpetuo estado de divorcio que siempre me esmero por reconciliar con variables grados de logro. Mi trabajo gráfico, por lo menos, dará fe de mi esperanza y obstinación en llegar a este cometido.
Estos trabajos comerciales proveen una comunicación bien definida; si existe un «mensaje» es principalmente el del cliente o la organización que encarga la figura, la «señalización» de sus argumentos de venta, el prestigio o la simple información.
Pero la importancia de su circulación, la proliferación de espacios publicitarios y su impacto en el público les otorga un valor como ejemplos que necesariamente debo asumir; una responsabilidad que se encuentra precisamente en el punto convergente en que la necesidad de expresión puramente personal se superpone con las restricciones externas.
Fuente: Teoría conceptual del diseño de la U de Londres