El saber y la universidad
Esta relación saber-universidad, debe contextualizarse en nuestra circunstancia latinoamericana. En este orden, exponemos a continuación algunas ideas sugeridas por Marcos Kaplan en su ensayo “La universidad latinoamericana y la crisis”, que pueden ser de gran utilidad en esta reflexión.
En primer lugar, se debe aceptar que nuestras universidades viven “en crisis”, pero también son “de” y “para” la crisis.
En esta situación, pues no pueden escapar de su entorno, deben definir su proyecto alternativo. Y sin renunciar a una constante transformación, ni desligarse de la realidad nacional y latinoamericano-mundial, la universidad debe ser congruente con su naturaleza.
En otras palabras, “debe definirse y actuar como protagónica y participativa, formativa y crítica, propositiva y anticipatoria”.
Lo anterior implica, por un lado, que la misma universidad viva una constante autodemocratización a diferentes niveles, y cree un ambiente que propicie la participación libre y responsable de todos sus miembros: “El principio y la práctica de la democracia deben reafirmarse en la universidad, por y para ésta y como una contribución proyectiva hacia la sociedad civil y el Estado. Una de las tareas fundamentales de la universidad debe ser formar ciudadanos de y para una polis y un país libres”.
Por otro lado, esta institución debe consolidar su vocación y compromiso con el saber. Es decir, involucrarse con más ahínco en la formación de más y variadas capacidades de diversa índole, de recursos humanos, cultura, ciencia y técnica.
Esta orientación integral del saber impedirá la reducción del conocimiento a rubros meramente cientificistas y tecnocráticos.
En esta dinámica, la universidad no es ajena a los entornos nacional (distinguido principalmente por la crisis, tendencias a estancamiento, regresión y disgregación) e internacional (concentración del poder mundial, hegemonías, nueva división mundial del trabajo, cambio tecnológico, etcétera).
Por ello, debe integrar a su saber un trabajo sistemático de investigación, diagnóstico y evaluación de esas directrices, sobre todo en cuanto a la revolución científico-tecnológica, valorando su naturaleza, características, dinámicas y consecuencias.
De esta manera, se podrán discernir puntual y objetivamente las prioridades convenientes para nuestros países en el apoyo y avance de políticas educativas, universitarias, científicas, tecnológicas y productivas, por sectores, problemas, disciplinas y especializaciones.
Este binomio saber-universidad, conlleva un esfuerzo colectivo de trabajo, imaginación y creatividad, investigación e innovación. Lo que nos lleva inevitable el lugar común: la universidad debe volverse “polo de excelencia”.
Y ante tal desafío “se requiere crear o reforzar condiciones favorables al desarrollo de motivaciones, actitudes, comportamientos y prácticas de: ejercicio de la inteligencia; amor al trabajo intelectual, al conocimiento y a la verdad; sentido del rigor y del esfuerzo; libertad de pensamiento y de crítica; intercambio razonado de argumentos, búsqueda en común de la verdad; respeto del otro y su libertad de conciencia, de investigación y de invención; admisión de la multiplicidad de opciones posibles en las teorías, las prácticas y la soluciones”.
Fuente: Teoría del conocimiento de la facultad de contaduría y administración, UNAM.