Emprendedor y empresario
Existe una confusión generalizada en cuanto a entender como sinónimo de capacidad emprendedora a capacidad empresarial.
Sin duda, la capacidad empresarial supone la presencia de rasgos emprendedores, pero no se agota en ellos: se asocia a atributos o cualidades que son algo más difícil de encontrar en la población.
A raíz de esta confusión suele identificarse todo acto emprendedor con una acción que persigue fines de lucro.
“Todo empresario es emprendedor, pero no todo emprendedor es necesariamente empresario.”
El emprendedor inicia un proceso innovador; crea algo nuevo o le da un nuevo uso a lo que ya existe, y ello tiene un impacto positivo en su calidad de vida.
Entendemos por calidad de vida el grado de bienestar psico-social que percibe un sujeto (percepción subjetiva) más el nivel de sus condiciones objetivas de soporte, como es el caso de bienes y servicios (vivienda, educación, salud, etc.).
Los emprendimientos en algunos casos se consolidan en una nueva organización cultural social y económica denominada empresa, entendida como grupo de personas que comparte valores, tiene un sistema de trabajo común, genera un producto o servicio y recibe una recompensa económica por ello, entre otras.
Si los beneficios económicos logran financiar las actividades de la organización entonces la definimos como que la empresa es sustentable. En este caso, se reconoce como empresario al gestor que emprendió y sustentó su iniciativa, la que se mantiene en el tiempo por la fuerza de sus propias acciones.
Sin embargo, en muchas ocasiones los emprendedores no logran convertir su iniciativa en una empresa económica o, su iniciativa no está destinada a tener fines de lucro, esto significa que el gestor o
emprendedor no busca retirar los excedentes económicos que pueda generar esta organización para así o para sus socios, aumentando de esta manera su riqueza monetaria.
Por el contrario, los excedentes económicos que genera se utilizan en mejorar sus servicios internos y hacia sus clientes. En este sentido observamos que existen numerosas organizaciones con fines sociales, culturales, educacionales o religiosas que se han creado para satisfacer necesidades de distinta naturaleza, tanto materiales como espirituales.
Sin embargo todas ellas se enmarcan en lo que denominamos un proceso de emprendimiento, ya que su desarrollo está dentro de la lógica de creación de riqueza y son producto de un gestor (emprendedor) que combinando la participación de personas y la concurrencia de recursos monetarios y materiales genera esta nueva organización, para cumplir sus objetivos determinados.
Fuente: Apuntes de Administración de Pymes de la FCA de la UNAM