Fetichismo y travestismo
Fetichismo proviene de la palabra «fetiche», que significa objeto inanimado al que se atribuye un poder mágico o supersticioso y que se aprecia por esta razón más que por su valor intrínseco. Suele definirse como «la tendencia a ser sexualmente atraído por alguna parte o peculiaridad del cuerpo, o por algún objeto inanimado que puede no tener ninguna connotación sexual en si mismo».
Estos objetos, que generalmente tienen algo que ver con el cuerpo, suelen ser apreciados por su tacto o textura y pueden ser extraordinariamente variados (zapatos, ropa interior, joyas, un mechón de cabello, etc.).
En el fetichismo se produce una sustitución de la persona por el objeto, ya que la excitación no proviene de aquélla sino de éste. Es un tipo de trastorno que sólo se suele diagnosticar en hombres hay que distinguir entre lo que se podría llamar preferencias o peculiaridades y el verdadero fetichismo.
Así, muchas personas tal vez sientan una debilidad por determinados detalles del partenaire, como puede ser un lunar en el muslo sin que por ello se les deba considerar unos pervertidos.
Tampoco merece el diagnóstico de fetichista el hombre que se excita más rápidamente al contemplar a su pareja con un sujetador de encaje negro.
De hecho, gran parte de la moda y la publicidad se basa en la capacidad que poseen algunos detalles para provocar una excitación sexual. Por otra parte, en el contexto de una relación sexual, la utilización de algunos fetiches, como pueden ser unas medias negras, a veces supone una variación agradable.
Los problemas pueden surgir en el momento en que la mujer se sienta insegura de sí misma y piense que sin las medias no puede gustar.
Por tanto las conductas fetichistas sólo constituyen un verdadero trastorno cuando el individuo es incapaz de excitarse de cualquier otra forma que no sea con su fetiche. Las causas del fetichismo como en las otras parafilias, no están demostradas científicamente.
Traumas infantiles, familias desequilibradas, aprendizajes erróneos, todo ello y más puede haber influido en la aparición de este trastorno, que, por otra parte, es de difícil tratamiento.
Travestismo: El travestismo literalmente, consiste en la utilización de las ropas del otro sexo. Este hecho, en sí mismo, solo constituye un síntoma que puede hallarse formando parte de trastornos distintos.
Lo peculiar del travestismo, también llamado travestismo-fetichista, es que el individuo, obtiene una excitación sexual por el hecho de usar las ropas del sexo contrario.
Como se verá más adelante, ni el homosexual afeminado, ni el transexual cuando se visten como si fueran personas del otro sexo no persiguen excitarse sexualmente. Aunque esta parafilia puede empezar a cualquier edad, es frecuente que los primeros actos de travestismo se remonten a la infancia o adolescencia.
Es típica de este trastorno una especie de progresión imparable, de modo que el individuo puede empezar por usar sólo alguna prenda de ropa interior femenina, de forma discreta, y acabar exhibiéndose en público completamente vestido de mujer.
Existen, por supuesto, muchas variantes, tanto en el grado de travestismo como en la conducta sexual asociada. Así, mientras algunos se masturban aprovechando la excitación que les produce la conducta de trasvestirse, otros se la imaginan cuando tienen relaciones sexuales con su pareja o cuando se masturban a solas.
El perfil típico del travestista es un hombre heterosexual, casado y con hijos. Puede ocurrir que durante años, la pareja haya ignorado esta «afición» del marido.
El hecho de descubrirlo, a menudo puede significar la ruptura del matrimonio. Con todo, es posible encontrar mujeres comprensivas, que intentaran ayudar al esposo, aunque, con mucha probabilidad van a precisar ayuda psicológica, ya que tanto personal como socialmente es una conducta difícil de asimilar en el tratamiento del travestismo se han utilizado básicamente técnicas de modificación de conducta y también el psicoanálisis.
Los resultados no siempre son satisfactorios, ya que, aparte de la falta de conocimientos sobre el trastorno y de su complejidad, casi nunca se cuenta con la colaboración «sincera» del paciente.