Francisco Ferrer Guardia
(España, 1859-1909). Originario de España y entregado a la libre educación, cuyo fundamento se encuentra en las experiencias de Tolstoi y Schmid, Ferrer propició un movimiento que redimensionó la educación anarquista, pues su base no sólo se encontraba en la libertad, tal como se concebía en las experiencias de Hamburgo y Yasnaïa Poliana, sino un proceso, cuya libertad es, colectiva.
Y esta concepción permitió la clarificación de principios éticos enfocados al desarrollo del humano como tal. “La idea de que los hombres son iguales por naturaleza o que el poder es per se corruptor conducen, en el anarquismo, a considerar que el Estado, como fuente de poder y de autoridad, debe ser fiscalizado o neutralizado, si no suprimido, con medios apropiados”.
Inicialmente fue considerado como un principio socialista y que se enfocaba hacia la supresión del Estado como institución de imposición. Este principio, extendido en discurso y en práctica educativa, significó la observación detenida del gobierno español. En agosto de 1901, Ferrer inaugura en la calle Bailén, la primera escuela moderna. Simultáneamente, publica una revista propia, denominada Boletín de la Escuela Moderna.
La escuela de Ferrer es una «mezcla» de pedagogía racional y científica, porque concede valor decisivo a la coeducación de los sexos, en el convencimiento de que la mujer y el hombre contemplan la persona, y “que el trabajo humano debe ser mixto en lo sucesivo”. Esto incluye desde este momento, una educación planteada para todos, donde ricos y pobres alcanzarán el supremo objetivo “de una escuela buena, necesaria y reparadora.
Entre las aportaciones metodológicas de Ferrer consistió en emancipar positivamente mediante la solidaridad para el porvenir, preparando a la joven generación para la enseñanza racional y científica. Para ello, es necesario un ambiente libre de trabas y de sentimientos religiosos. Se trata, de un ambiente abierto a la vida y a sus requerimientos, que promueva el buen ritmo de actividades extraescolares.
Aunque el mayor logro de Ferrer consistió en haber situado, por vez primera, el hito de una pedagogía comprometida y crítica, con una línea orientada hacia la consecución de un mundo justo, solidario y fraternal.