Función de comunicación del envase
La industria de los alimentos, farmacéutica, química, cosmética y de perfumes, y otras, tienen muchas cosas en común: los tipos de envase, similitud en sus líneas de empacado, equipos de envase y llenado, forma de manejo logístico, tipo de proveedores, semejantes, sistemas de control de calidad, sistemas de transportación y almacenaje. Sin embargo también tienen sus diferencias significativas que determinan los envases a utilizar en cada una de ellas.
Así cada una de las industrias requiere envases que cumplan con las características ya mencionadas anteriormente (identificación, protección, conservación, etc.) pero con ciertas orientaciones dependiendo del tipo de industria.
Supongamos que somos el envase. Aquel vendedor silencioso que luchará limpiamente en la trinchera constituida por el anaquel. Una lucha en primera instancia, por atraer la atención de nuestro posible consumidor, durante los pocos segundos que tarde en pasar frente a nosotros. Y en segundo lugar debemos tener la capacidad de poder retener esa misma atención de ese posible consumidor, proyectando y a la vez atrayendo su gusto, su inteligencia, sus preferencias, su estilo de vida.
Retener su atención llamando a su curiosidad por la novedad, por un mayor beneficio en cantidad o bien en calidad, en muchas ocasiones debido a cambios de formulaciones, lanzamientos de nuevos sabores o nuevas presentaciones de mayor o menor capacidad; optimización a los beneficios ofrecidos por un rediseño estructural del envase o un cambio de material de envase, mucho más práctico por un mejor manejo del producto, mayor durabilidad y protección.
Dentro de toda esta gama de funciones que cubre un envase de buen diseño, la función de comunicación es quizá la más importante, ya que de una adecuada comunicación dependerá en gran parte la aceptación del público a probar nuestro producto, la posible compra subsecuente y en un caso favorable el desplazamiento de la cantidad suficiente de productos en el mercado que garanticen el requerimiento y la subsistencia de nuestro envase.
El diseñador deberá tener la capacidad de “ponerse en los zapatos” del público-objetivo al que va dirigido nuestro producto o línea de productos, ubicándose a sí mismo como un consumidor/comprador.
Adentrarse primeramente en toda la problemática de diseño del proyecto. Luego intentar, dentro de lo posible, sentir lo mismo alrededor de nuestro producto, que lo que sentiría dicho público objetivo. Al ver nuestro producto, al escuchar de él en los medios de comunicación, al consumirlo, al comprarlo, al recomendarlo.
El diseñador tendrá la sensibilidad de intuir en los mensajes que busca ese consumidor(a) de nuestro producto: formas, colores, texturas. Elementos de diseño particulares que forman un todo unificado. Que lanzan un mensaje visual de impacto calculado.
Se ha estado hablando de mensajes, y es eso precisamente la función que desempeña el envase — la función de comunicación del envase —, que requiere los servicios profesionales de un diseñador gráfico. Y en ocasiones uno de los mayores promotores de ventas de diversos productos.
Fuente: Materia de Diseño de Envases y Embalajes de la Universidad de Londres