Historia de la sexualidad
Se ha convertido ya en un tópico la afirmación de qui la sexualidad ha tenido durante su historia un proceso similar al que siguen las leyes del péndulo. En efecto, la reflexión sobre el pasado pone de manifiesto que las épocas permisivas y las restrictivas se han ido alternando casi indefectiblemente. El estudio de la historia de la sexualidad tiene una doble importancia: nos enseña cómo un mismo tema puede ser considerado de formas radicalmente opuestas en función de factores ajenos al mismo.
Nos permite comprender algunas de las actitudes y concepciones morales del presente que resultarían inconcebibles si no fuera porque somos herederos directos de todo un bagaje procedente del pasado ignoramos cómo fueron las relaciones sexuales de nuestros primeros antepasados.
Los primeros documentos escritos aparecieron hace ahora unos 5.000 años, pero no cabe duda de que con anterioridad a ellos ya se habían desarrollado algunas costumbres y actitudes cuya huella no seria difícil rastrear incluso en nuestros días.
Sería apasionante llegar a saber cuándo y cómo la humanidad descubrió que el nacimiento de un nuevo ser era consecuencia de haber eyaculado dentro de la vagina de una mujer o cual es la verdadera historia del orgasmo femenino.
Algunos estudiosos sostienen la hipótesis de que la mujer pudo sentir por primera vez un orgasmo a partir del momento en que se pasó de la cuadripedestación a la bipedestación, lo que posibilitó que se realizara el coito cara a cara y no por detrás.
Aunque la moderna investigación científica ha aportado datos que permiten aventurar algunas respuestas a todas estas incógnitas, lo más probable es que nunca sepamos con certeza cómo era la conducta sexual de nuestros primeros padres y, sobre todo, cuáles eran sus motivaciones, actitudes, sentimientos y eventualmente problemas en este tema.
Un apartado especialmente relevante para la historia de la sexualidad es el de la evolución del papel de la mujer dentro de la sociedad. Todo parece indicar que se dieron distintos modelos y que hubo épocas de patriarcado junto a otras de matriarcado.
Sin embargo, a partir de un determinado momento y sin que se sepa muy bien por qué, fueron los hombres los que gobernaban y legislaban, en otras palabras, los que estaban encargados de pensar.
Este hecho ha marcado una diferencia que ha resultado decisiva para la vida sexual de todas las generaciones que han venido después.
Por lo general, la sexualidad ha sido inseparable de las normas éticas del momento. La morales restrictivas han impuesto sus leyes sexuales en base a argumentos que han variado según las épocas.
Así, en el Antiguo Testamento, la necesidad de nuevos nacimientos y la idea de que la mujer era propiedad del marido o del padre, determinaron que el celibato así como el adulterio se consideraran un pecado, mientras que el sexo entre personas no casadas era permitido, siempre y cuando el padre de ella lo aprobara.
Muchas de las leyes contenidas en el Antiguo Testamento fueron adoptadas por los padres de la iglesia sin percatarse, algunas veces de que habían sido dictadas en una coyuntura determinada.
Tal ocurrió, por ejemplo, con la prohibición hebrea de toda actividad sexual que no llevara a la reproducción. En su momento esta ley fue promulgada, como se ha dicho, para aumentar la tasa de natalidad pero posteriormente se mantuvo vigente al margen de este propósito.
La primitiva Iglesia cristiana sostuvo además la idea de que el cuerpo era algo impuro y que el acto sexual era repugnante. San Agustín llegó a afirmar que la abstinencia sexual era la mejor forma de redimir el pecado original; de ahí que se ensalzara la virginidad y el celibato.
Las actitudes en contra del sexo alcanzaron una de sus cotas más altas durante la Edad Media. En esta época sólo estaba permitido el coito vaginal entre marido y mujer, siempre estando el hombre encima de ella, y sólo en aquellos pocos días que no coincidían con efemérides religiosas como la cuaresma u otras muchas.
Los cónyuges, sin embargo, no debían experimentar ningún tipo de placer si no querían incurrir en pecado, a fin de evitar el contacto corporal, se utilizaban camisones con un orificio por donde podía pasar el pene para permitir la procreación.
El coitus interruptus o el aborto eran castigados severamente y los que practicaban el coito anal u oral o utilizaban algún medio anticonceptivo eran considerados casi como homicidas.
Alternando con estas etapas represivas, han habido otras en las que la sexualidad se ha considerado como algo sano y deseable. Baste recordar en la antigüedad, los ritos en honor de Ishtar diosa del amor y de la fertilidad, en el Próximo Oriente o el culto a Dionisio en Grecia, que incorporó la sexualidad en sus ceremonias.
La Civilizaciónateniense, que no precisaba de ningún crecimiento demográfico, puso de moda la pederastia.
Teóricamente era una forma de educación superior en la que un muchacho, cuando terminaba su escolaridad, se ponía bajo la tutela de un hombre adulto.
Aún hoy en día se discute si se trataba sólo de una relación intelectual y afectiva o si tenía también connotaciones sexuales, pero lo cierto es que con ello se conseguía uno de los objetivos de los griegos que era retrasar el matrimonio. Ya no tan alejado de nosotros, durante el
Renacimiento, se produjo en Europa un resurgir de la libertad, con la consiguiente aceptación del deseo sexual como algo natural y recomendable.
Sin embargo, con la llegada del calvinismo, se yuguló este proceso de liberalización y quedaron sentadas las bases para la llamada moral puritana en la que se condena toda forma de placer si se quiere servir a Dios.
Básicamente, puede decirse que, en Occidente, las actitudes represivas de la sexualidad se han asentado en las leyes de la religión judeocristiana, del, puritanismo y de la moralidad victoriana.
Sin embargo, en las 2 ó 3 últimas generaciones, los cambios acaecidos son de tal índole que han ocasionado un aceleramiento en la evolución de las ideas sobre el comportamiento sexual.
Los descubrimientos científicos, la nueva tecnología, la amenaza que supone el crecimiento demográfico así como la evolución del papel social de la mujer han propiciado una visión más realista del sexo. Resulta muy difícil predecir en el momento actual cómo continuará evolucionando la sexualidad. Lo cierto es que la libertad que caracterizo las décadas de los sesenta y los setenta parece haber dado paso a un mayor contenimiento en los últimos años.
Aunque el SIDA puede haber influido en este proceso, lo cierto es que antes de que se empezara a extender esta plaga, ya se había iniciado el nuevo movimiento pendular. Esta vez, sin embargo, no se trata tanto de repudiar actividades como la masturbación, la homosexualidad, en definitiva el sexo no encaminado a la reproducción, sino que se asiste a una mayor sensibilización y rechazo hacia aquellas conductas sexuales que atentan contra la libertad individual como pueden ser la violación o el acoso sexual de la mujer en el mundo sociolaboral.