Inmutabilidad y mutabilidad del signo de la semiótica
Inmutabilidad
El significante, en relación con la comunidad lingüística que lo emplea, no es libre, sino impuesto.
¿Por qué el factor histórico de la transmisión domina por entero y excluye todo cambio lingüístico general y repentino?
1. El carácter arbitrario del signo. La propia arbitrariedad del signo resguarda a la lengua de toda tentativa de modificarla. Para que una cosa pueda ser cuestionada, es preciso que se base en una norma razonable.
La lengua, sistema de signos arbitrarios, carece de dicha base, y no cuenta por ello con ningún terreno sólido de discusión; no hay ningún motivo para preferir hermana a sister o soeur.
2. La multitud de signos necesarios para constituir cualquier lengua. Los signos lingüísticos son innumerables.
3. El carácter demasiado complejo del sistema. Es un mecanismo complejo y quienes hacen de él un uso cotidiano, lo ignoran profundamente.
4. La resistencia de la inercia colectiva a toda innovación lingüística. En la lengua, cada uno participa en cada instante, y por eso sufre la influencia de todos. Este hecho basta para mostrar la imposibilidad de una revolución.
La lengua es un producto de las fuerzas sociales, herencia de una época precedente, y esas fuerzas sociales actúan en función del tiempo.
En todo instante, la solidaridad con el pasado predomina sobre la libertad de expresión. Decimos «Hombre» y «Perro» porque a nosotros se nos ha dicho «Hombre» y «Perro».
Mutabilidad
El tiempo, tiene otro efecto, en apariencia contradictorio con el primero: El de alterar más o menos rápidamente los signos lingüísticos y, en cierto sentido, se puede hablar a la vez de la inmutabilidad y la mutabilidad del signo.
Los dos hechos son solidarios, el signo está en condiciones de alterarse porque mantiene su continuidad, lo que predomina es la persistencia de la materia antigua.
El principio de alteración se funde en el principio de continuidad. Cualesquiera sean los factores de alteraciones, ya sea que actúen aisladamente o combinados, siempre conducen a un desplazamiento de la relación entre el significado y el significante.
Por ejemplo, el latín «necare» significa «matar» y ha pasado a ser en francés «noyer» que significa «ahogar». Han cambiado tanto la imagen acústica como el concepto y ha habido un desplazamiento en su relación.
Una lengua es radicalmente impotente para defenderse contra los factores que desplazan en cada instante la relación entre el significado y el significante. Esta es una de las consecuencias de la arbitrariedad del signo.
¿En que se funda la necesidad del cambio? No se han distinguido los diferentes factores de alteración ya que las causas de la continuidad están a priori al alcance del observador.
Se puede hablar del desplazamiento de las relaciones: el tiempo altera todas las cosas; no hay razón para que la lengua escape a esta ley universal.
Hace falta una masa hablante para que haya una lengua. Son cosas inseparables, como muestra el esquema: la acción del tiempo se combina con la de la fuerza social.
La lengua no es libre, porque el tiempo permitirá que las fuerzas que actúan sobre ella desarrollen sus efectos, y se llega al principio de continuidad, que anula la libertad. Pero la continuidad implica necesariamente la alteración, el desplazamiento más o menos considerable de las relaciones.
El valor lingüístico
1. La lengua como pensamiento organizado en la materia fónica La lengua es un sistema de valores puros, dos elementos entran en juego en su funcionamiento: las ideas y los sonidos.
Sin la ayuda de los signos, seríamos incapaces de distinguir dos ideas de una manera clara y constante.
El papel característico de la lengua frente al pensamiento es el de servir de intermediaria entre el pensamiento y el sonido. El pensamiento es caótico por naturaleza y se ve forzado a precisarse al descomponerse.
Se podría llamar a la lengua el dominio de las articulaciones, tomando a esta palabra en el sentido ya definido: cada término lingüístico es un pequeño miembro, un articulus donde una idea se fija en un sonido y donde un sonido pasa a ser el signo de una idea.
En la lengua no se podría aislar ni el sonido del pensamiento, ni el pensamiento del sonido.
La elección que requiere un determinado tramo acústico (sonido) para una determinada idea es totalmente arbitraria.
Solo el hecho social puede crear un sistema lingüístico. La colectividad es necesaria para establecer valores cuya única razón de ser consiste en el uso y en el consenso general.
Además la idea de valor, si determinada, nos muestra que es una gran ilusión considerar un término simplemente como la unión de cierto sonido con cierto concepto. Es preciso partir de la totalidad solidaria para obtener mediante el análisis los elementos que ella contiene.
2. El valor lingüístico considerado en su aspecto conceptual cuando se habla del valor de una palabra, se piensa generalmente y ante todo en su propiedad de representar una idea, y este es, en efecto uno de los aspectos del valor lingüístico.
No se debe confundir, valor lingüístico con significación.
El valor, es sin duda un elemento de significación y es muy difícil saber como se distingue de él, sin embargo es necesario aclarar esta cuestión:
Tomemos primero la significación: como lo indican las flechas del esquema, no es más que la contraparte de la imagen auditiva, dentro de los límites de la palabra considerada como un dominio cerrado, existente por sí mismo.
Fuente: Apuntes de Semiótica de la U de Londres