Jacinto Canek
Líder indígena maya nacido en el barrio de San Román, en Campeche, a mediados del siglo XVIII. Debe de haber sido persona talentosa y de buen carácter, pues los religiosos lo enviaron a Mérida a estudiar latín e historia en el Convento Grande de San Francisco, pero poco tiempo duró allí: pedía explicaciones razonadas antes de Obedecer y los Frailes lo echaron por ser “indio levantisco».
Durante algunos años trabajó como panadero y, bien afirmado en su oficio, se fue al pueblo de Cisteil, Cerca de Sotuta, en Yucatán. Adoptó el nombre Canek porque era el del último rey maya de Tayasal, la ciudad que resistió a los españoles hasta 1629.
Como buen cristiano iba a misa los domingos hasta que el 20 de noviembre de 1761, a la salida del oficio divino, llamó a los mayas congregados en el atrio y los arengó en su lengua, animándolos a sacudirse la servidumbre española, que para nada les reportaba beneficios sino que les era perjudicial y humillante, pues amén de trabajos e impuestos debían soportar azotes, el cepo y la cárcel Cuando no satisfacían a sus amos.
El pueblo dijo que Jacinto tenía poderes milagrosos y soberanía sobre los brujos. Dieron por bueno aquello y lo coronaron rey de los mayas, usando para ello la corona de la Virgen y otros adminículos sacados de la iglesia.
De inmediato encabezó una rebelión en contra de españoles y criollos, en cuyo primer encuentro quedaron muertos los soldados españoles y triunfantes los rebeldes. Se dijo incluso que se estaban cumpliendo las profecías del Chilam Balam.
Azoradas, las autoridades yucatecas enviaron mayores tropas que vencieron a Canek y a su gente el 26 de noviembre de 1761. En la lucha cayeron quemados 500 indios y Canek huyó a Huntulchak con los sobrevivientes, pero también allí fue derrotado y lo capturaron en Sibac.
La autoridad juzgó gravísima aquella revuelta de seis días y sentenció a Canek a ser “atenaceado, roto su cuerpo y después quemado y echadas sus cenizas al viento”. La sentencia se ejecutó el 14 de diciembre de 1761 en la plaza mayor de Mérida. Después fueron ahorcados ocho de sus seguidores, y otros más recibieron penas de azotes y mutilación de una oreja.